Heroica operación comando, por Simón Boccanegra

Los cuatro tipos, con las inevitables capuchas y pistola en mano, llegaron a los portones. No tuvieron, sin embargo, que encañonar a nadie ni amarrarlo, porque para su sorpresa, no había vigilancia. Por lo visto, pensaron, el enemigo nunca imaginó que operación tan arriesgada podría ser lanzada contra uno de sus más emblemáticos reductos y por eso, obviamente, no había tomado precauciones. Franqueado el primer obstáculo sin ningún inconveniente, los cuatro integrantes del comando ramparon escalones arriba. Nueva sorpresa: oscuridad y vacío.
El jefe comentó, quedamente: «Estos escuálidos son, definitivamente, unos estúpidos; siempre nos subestiman; nunca nos creen capaces de grandes operaciones. Mire que no tener guardias armados en un blanco tan neurálgico como este». Con toda calma, entonces, sacaron las molotovs y las lanzaron contra el peligroso bunker en el cual, con la coartada de ver un juego de béisbol, se reúnen los conspiradores para fraguar sus maldades contra el siempre invicto comandante.
Misión cumplida. El palco del Rectorado en el Estadio Universitario ardió. «Que Cecilia García Arocha y sus secuaces vayan a reunirse a la jaula del tigre de El Pinar. También volvimos cenizas esa tienda de los Tiburones de La Guaira, que no es otra cosa que una fachada para el grupo de conspiradores que dirige Antonio José Herrera, quien se esconde detrás de la condición de propietario del equipo para planear ese malévolo ataque al régimen que es ganarle al Magallanes. Todo el mundo sabe que nuestro comandante es magallanero y que ganarle a su equipo es delito de lesa humanidad».