Higiene menstrual es un lujo para mujeres de bajos recursos en Maturín
La falta de poder adquisitivo ocasiona que mujeres y jóvenes no cuenten con productos de higiene menstrual en su hogar, lo que las obliga a usar alternativas antihigiénicas e improvisadas que pueden producirles infecciones, así como hacerles perder días de clases y trabajo
Los productos de higiene menstrual son un bien inasequible para miles de mujeres y jóvenes venezolanas cuyas condiciones de vida les impiden el acceso a aquellos artículos de higiene femenina que les permitan llevar la menstruación de forma tranquila.
«Hubo momentos en que mi hija me decía mamá no tengo toallas y tuve que decirle consigue, compra o ve cómo haces porque no tengo dinero», comenta Lusmila Rodríguez, trabajadora doméstica en Maturín, estado Monagas, quien agrega que durante una época aceptó toallas sanitarias o jabones como forma de pago de sus empleadores.
Rodríguez vive en el barrio Santa Elena, en Maturín, con su esposo, un hijo y una hija. Es el sostén de su familia y en múltiples ocasiones ha tenido que prescindir de comprar toallas sanitarias desechables porque necesita del dinero para comprar alimentos.
Aquellas mujeres que viven esta situación se encuentran en medio de la denominada «pobreza menstrual», que consiste en el acceso limitado o inexistente a productos sanitarios como toallas, tampones o copas menstruales. En Venezuela de acuerdo al Informe Ser Mujer en Venezuela de la Alianza ConEllas, se estima que 25% de las mujeres no cuenta con estos productos en sus hogares o su disponibilidad es limitada.
En las farmacias en Maturín los precios de un paquete de toallas sanitarias para un periodo promedio de cinco días oscilan entre los $1,41 y $3,28 lo que equivale, según la opción más económica, al 32% del actual salario mínimo en el país que corresponde a 130 bolívares o 4,40 dólares, aproximadamente, de acuerdo al cambio del Banco Central de Venezuela (BCV), motivo por el cual para muchas mujeres resulta difícil costear este producto.
Las mujeres venezolanas deben ganar al menos dos salarios mínimos para lograr cubrir solo sus necesidades menstruales con todos los productos, sin contar los hogares que están compuestos por más de una mujer, como es el caso de Rodríguez y su hija de 25 años, quienes se turnan en la compra de toallas sanitarias para equilibrar los gastos.
«Normalmente mi hija que trabaja también me ayuda y hace su aporte, ella compra las suyas y las mías, pero cada tres meses cuando yo puedo y está a mi alcance compro dos o tres paqueticos de toallas», afirmó Rodríguez.
Alternativas caseras cubren la necesidad
Mujeres y jóvenes que no tienen acceso a productos menstruales recurren a trapos, rollos de papel higiénico, periódicos, medias u otros recursos improvisados para contener el sangrado menstrual, aumentando las posibilidades de afecciones de salud.
Lisbeth Briceño, médico especialista en ginecología y obstetricia, explica que ha aumentado la pobreza menstrual lo cual se relaciona no solo con la falta de acceso a productos de higiene sino también educación, instalaciones adecuadas o una combinación de estos, lo que trae como consecuencia estigmatización social, ausentismo escolar, limitación en oportunidades de empleo y problemas de salud.
«Por desinformación las adolescentes sustituyen los productos para la menstruación por materiales poco higiénicos, como trapos o cartones, lo que aumenta el riesgo de contraer infecciones del aparato reproductor y del tracto urinario», subrayó Briceño.
*Lea también: Programa «Rojita es mi luna» enseña educación menstrual a niñas en sus comunidades
Lusmila Rodríguez relata que anteriormente compraba pañales para cortarlos y hacer toallas artesanales con su máquina de coser. Por su parte, Génesis Delgado, otra habitante del sector Santa Elena, comenta que para poder sobrellevar la situación durante esos días del mes recurre al uso de toallas húmedas. «Una amiga que tengo me dijo de ese truco porque es difícil comprarlas (las toallas sanitarias), esto dura más y es más higiénico», agregó.
Para conocer una aproximación del problema en el año 2021 la fundación española Meals4Hope realizó la «Encuesta sobre Higiene Menstrual» en siete estados del país para entender las dificultades de acceso a productos menstruales en Venezuela. Entre los resultados obtenidos resalta que de las 560 encuestadas, 53% manifestó haber sustituido los productos de higiene menstrual por alternativas caseras y de ellas 99,5% afirmó que lo hace por no tener el dinero para comprar productos menstruales.
Sin políticas públicas
Además de las afecciones de salud que esto puede generar, hay quienes agregan que durante sus días de periodo menstrual dejan de asistir a sus lugares de trabajo o centros educativos por no tener los recursos necesarios.
Al respecto Briceño señaló que «esto origina que vivan la menstruación con miedo y vergüenza. Las adolescentes faltan a la escuela los primeros días de su periodo y cuando asisten tratan de pasar desapercibidas y se retraen, o en el trabajo de las adultas, aun cuando existan aseos, no siempre tienen acceso a ellos lo que las afecta directamente, ya que tienen que tomar un día libre y experimentar una pérdida de ingresos», sentenció.
En Venezuela no existen políticas publicas que contemplen la salud menstrual. A pesar de ser un deber del Estado garantizar el acceso a todo producto, sea básico o no, la pérdida del poder adquisitivo es otro factor que impide a las mujeres vivir una menstruación digna.
Zuleika Meneses, defensora de Derechos Humanos, resalta que en Venezuela «en todos los estados existen comunidades vulnerables en donde mujeres y niñas se ven mucho más afectadas, porque ni siquiera han tenido algún tipo de formación en cuanto a la salud menstrual».
Mientras, en países como Colombia, México y Ecuador se eliminaron los impuestos conocidos como «tasa rosa» en productos de higiene femenina por medio de legislaciones que buscan que el acceso sea menos costoso para las mujeres, sin embargo, para Meneses el deber primordial del Estado venezolano no está en disminuir su valor u ofrecerlos gratuitamente sino en «dar garantías de trabajo y una economía estable para que las mujeres puedan tener un trabajo y salario digno o emprender en su propio negocio, y así ser económicamente independientes para poder comprar sus productos».
De mantenerse estas condiciones la pobreza menstrual continuará siendo una problemática en aumento que no solo genera problemas de salud a las mujeres, sino también profundiza la desigualdad de género y prolonga la pobreza en Venezuela.