Hombres en tiempos de oscuridad, por Ángel R. Lombardi Boscán
Twitter: @LOMBARDIBOSCAN
Utilizo el título de un libro de Hanna Arendt del año 1968 en el que repasa las biografías de grandes pensadores, intelectuales y universitarios como Rosa Luxemburgo, Karl Jaspers, Isak Dinesen, Walter Benjamin y Bertolt Brecht que tuvieron que vivir «tiempos de oscuridad» en la primera mitad del siglo XX europeo, plagado de guerras, revoluciones, golpes de Estado, pobreza, crisis económica, inflación e incertidumbre social, algo que nos conecta a los venezolanos de estos primeros 20 años del siglo XXI en que la regresión histórica hacia un modelo político represivo, hambreador, antidemocrático y anacrónico es su nota dominante.
Cada circunstancia humana es distinta y hay de todo en el albur de la historia, aunque sea la tragedia su piel preferida.
Las formas silenciosas de la violencia venezolana son cada día más ruidosas y la crisis no remite, sino que se profundiza y hace más escabrosa la vida de los venezolanos. Hay un plan premeditado de expulsar a la población del país bajo la premisa del desarreglo social: ya hay más de seis millones de venezolanos en el exterior y la cifra sigue en aumento.
A la clase media profesional universitaria, educada y formada de acuerdo a los códigos de la modernidad, se le hace cuesta arriba esta situación en que se deroga la meritocracia a través del robo de los salarios y otros beneficios contractuales como los atinentes a la seguridad social. Hay datos que refieren que 92.000 científicos, universitarios, médicos, ingenieros y arquitectos emigraron de Venezuela en los últimos años; y educadores a montón. Un país sin sus talentos profesionales está condenado a la vida en el desierto.
«Una emergencia compleja es una crisis humanitaria grave que suele ser el resultado de una combinación de inestabilidad política, conflictos y violencia, desigualdades sociales y una pobreza subyacente». Todo esto sucede hoy en Venezuela a los ojos del mundo y que la pandemia mundial del covid-19 contribuyó y contribuye a su opacidad.
Venezuela ya no solo es un Estado fallido sino un país fallido.
Este atentado histórico va más al fondo cuando hay todo un proceso de ponerle fin al sistema educativo público en todos sus niveles, porque la remuneración simbólica que hoy percibe un universitario en el país es prácticamente nula e invisible en el caso de la educación no universitaria. Las nuevas tablas salariales de la IV Contratación Colectiva Única terminan por hundir a la universidad pública venezolana que dejará de operar como universidad libre y autónoma. El colofón de esta muerte anunciada será la nueva Ley de Universidades que se aprobará de manera unidimensional en los próximos meses.
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Toda esta anomalía queda reflejada en los 11$ mensuales que ganará un Profesor Titular con Doctorado, el escalafón más alto, y que le condena a la miseria sin reposo o a salir del país bajo la incertidumbre de lo desconocido y en condición de expatriado. Aunque lo más grave es que el proyecto universitario, y educativo en general, queda clausurado.
El miedo es tan grande y se ha esparcido por todos los confines de Venezuela que esto que decimos pareciera quedar reducido a una nota de duelo formal sin apenas dolientes.
Eso de que los derechos presentes en la legislación y que poseen rango histórico «no se negocian, ya que se ejercen y se cumplen» es una página rota del calendario en la distópica Venezuela de hoy.
Y decimos esto porque algunas autoridades universitarias del país siguen insistiendo en una agenda de la normalidad que no se corresponde con la complicada realidad que niega la existencia de los universitarios y educadores del país bajo unas condiciones mínimas de dignidad y decoro. Vivir en desarmonía con nuestra realidad nacional y sus espacios públicos es una atroz condena colectiva. Y no me voy a referir a los estudiantes, el eslabón más débil de esta cadena, y que se les castiga a una vida personal y social sin estudios y futuro promisorio: la invitación para hacer las maletas es algo evidente.
¿Cómo revertir esto? Se ha protestado desde la lucha gremial y partidista; se ha acudido al TSJ; hemos hecho miles de marchas; se ha recurrido a la Constitución en pie y todos estos intentos se han desestimado por quienes abogan desde el control del poder por una universidad socialista cuya arquitectura sospechamos maltrecha e inoperante como todo lo «Hecho en socialismo».
La violación sistemática de los derechos humanos de los venezolanos no tiene reposo. Y aun así, seguimos creyendo que la luz disipará a las tinieblas.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, Profesor de la Universidad del Zulia. Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia.
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