Hora de partir, por Teodoro Petkoff
Es inminente la decisión del Tribunal Supremo aceptando la recusación al fiscal Isaías Rodríguez. Este no podrá actuar como acusador en los antejuicios militares en curso. Mayor evidencia de la necesidad de nuevos titulares para el Poder Ciudadano sería difícil de conseguir. Pensamos que para Isaías, Russián y Mundaraín llegó la hora de presentar su renuncia. Es un asunto de responsabilidad para con el país. La actual configuración de las instancias que ellos presiden constituye uno de los más significativos componentes de la crisis. La percepción generalizada de que los actuales titulares no garantizan la necesaria imparcialidad e idoneidad de los órganos que dirigen opera como un poderoso revulsivo político y social. El propio Isaías, cuando designó una comisión de veedores para vigilar las investigaciones sobre los asesinatos del 11 de abril, admitió, incluso explícitamente, la poca credibilidad de la Fiscalía.
La elección de nuevos titulares para el Poder Ciudadano, respetando escrupulosamente la normativa constitucional, descongestionaría significativamente el pesado ambiente político y abriría camino al diseño de salidas políticas y pacíficas a la crisis. No hay mayor garantía de la imparcialidad de los eventuales nuevos titulares de esos cargos que la actual composición de la Asamblea Nacional. En esta, para todo efecto práctico, existe un empate político. Está partida por la mitad. Cualquier decisión que exija dos tercios de la Cámara es imposible si las partes no están acordadas. Este sería el caso de la elección de fiscal, contralor y defensor del pueblo. Gobierno y oposición sólo podrían acordarse en torno a figuras que ninguna de las partes perciba como apriorísticamente «enemistosas». Sólo personas de reconocida imparcialidad y rectitud podrían contar con la aprobación tanto del gobierno como de la oposición. Difícil pero no imposible. En todo caso, si el Poder Ciudadano no renuncia, la Asamblea debería darle curso a este debate y tomar allí la decisión. Una cosa tiene que estar clara: no hay solución política y pacífica mediante la imposición de un bando sobre el otro. Esto no es asunto de cantidad sino de calidad. Sólo el entendimiento podría impedir que el país termine de irse por el barranco al borde del cual está.