Hora de pueblo, por Estilito García
Junio 2024.
Visto que ante la Corte Penal Internacional, CPI, existe la presumible posibilidad procesal extraordinaria de solicitarse la emisión de una orden de captura contra Nicolás Maduro y que, en días pasados (20 de mayo) intempestivamente, fueron solicitadas la emisión de órdenes de captura por parte del fiscal Karim Khan a la CPI, organismo a quien finalmente y por decisión de tres de sus jueces le correspondería autorizarlas en tiempo indefinido, contra el presidente israelí y el líder palestino de Hamas; ha tomado cuerpo la matriz, dentro y más allá de nuestras fronteras, de: ¿por qué a aquellos sí y a éste no?
Lo primero a considerar, necesariamente, es que estamos en un proceso electoral apenas a poco más de un mes de celebrarse. Segundo, Maduro es candidato, pero también es quien maneja el poder. Tercero, sería tonto o poco razonable dejar fuera de cualquier evaluación que Maduro controla el CNE y, por si fuera poco, tiene control absoluto del TSJ y de la AN.
Teniendo claridad de lo anterior, podemos asegurar, con total certeza, que Maduro y compañía están atentos a la más mínima eventualidad. Cuando alguien dijo que «esto, además de ser un régimen que controla todo, es una corporación en ejercicio del poder», atinó, dio en el blanco y todos sabemos lo que eso significa por la historia que ampliamente conocemos después de haberla vivido durante un cuarto de siglo.
*Lea también: Presidente electo y presidente en ejercicio, por Estilito García
Ahora bien, supongamos que a solo días, una semana, dos o tres, del 28 de julio, el fiscal Khan solicita a la CPI que emita orden de captura contra Maduro y algún otro de «la corporación», orden que, procedimentalmente, sería emitida quién sabe cuándo. ¿Será necesario poseer poderes de adivino para saber lo que pasará? ¿Se quedará «la corporación» quietecita, en shock, paralizada o sin reacción alguna? Nada del otro mundo sería imaginarse cuál sería la primera reacción o acción de «la corporación», facilísimo: «situación sobrevenida» que abona o justifica la suspensión del proceso electoral del 28 de julio, «anillo al dedo» que a más de un hipócrita politiquero alegrará y brindará por ello hasta emborracharse.
Para llegar hasta donde hemos llegado con el esfuerzo indiscutible de quienes lo hemos propiciado, todo lo que ha costado, especialmente el extraordinario papel que ha jugado en todos estos tiempos la legitimada líder María Corina Machado, el fervor, la fuerza y la solidez de la esperanza que ha constituido su actuación y apenas a pocos días del logro, ¿sería razonable pensar o ver como algo bueno que una situación exógena, dicho sin ninguna duda, extemporánea e inoportuna, pueda frustrarnos el día de la más inmensa y hermosa victoria nada más y nada menos, lograda por el propio pueblo?
Al pueblo le conviene saber, y hacia allá hay que apuntar, que «las cartas están echadas», que «la mesa está servida» que es su hora, que no es tiempo de otro, de otros ni de nadie más. Es exclusividad del pueblo la hora actual, así lo deberíamos asumir todos. Cualquier «circunstancia sobrevenida», alborota, descompone y arriesga el día de triunfo más glorioso del último cuarto de siglo, equiparable quizás a aquel memorable 24 de junio de 1821.
No nos encaminemos por rutas distintas a la que está más cerca de la Gran Victoria, la pesadamente labrada. No nos deslumbremos por la aparición de una Justicia Procesal que en el momento que tenga que llegar, llegará.
Primero dejemos que sea el Pueblo quien juzgue y sentencie, es su hora.
Dejemos que Dios disponga, dejémonos acompañar y confiemos en Él… Eso sí, dispongámonos a ser fieles y decididos defensores, guardia en alto, de su voluntad y la del pueblo.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo