Humanidades para la democracia, por Marta de la Vega
¿Por qué la democracia necesita de las humanidades? Es el subtítulo del libro de Martha Nussbaum Sin fines de lucro (2010). Toca un tema clave hoy, cuando parecen dominar criterios utilitarios, la lógica del rendimiento económico y de los negocios, la rentabilidad, para valorar los logros y el ejercicio del poder. Cuando estos se imponen, pasividad y sumisión al gobernante de turno son el precio para una sociedad unidimensional, solo enfocada en la dinámica mercantil y consumista.
El dilema no es nuevo. Las humanidades nos humanizan y ayudan a trascender nuestra dimensión animal y el estadio instintivo de nuestras necesidades; amplía la dimensión de los deseos, que son infinitos y nos vuelven, como dice la palabra, más humanos, interconectados, compasivos, empáticos y solidarios. Porque todos somos vulnerables.
Tomar conciencia de esta condición humana a través del arte y la literatura nos hace imaginar la situación de otros seres humanos y supone el cultivo de nuestros «ojos interiores» así como un pensamiento crítico, necesario para actuar en forma independiente y desarrollar una inteligencia resistente ante el poder de la autoridad y de tradiciones indeseables. Estas no son éticas cuando no son universalizables en la medida en que no preservan la humanidad de la persona o la lesionan; no aseguran ni su integridad ni su dignidad.
Las humanidades sirven para conectar «nuestras experiencias de vulnerabilidad y sorpresa con la curiosidad, el asombro y la imaginación, en lugar de conectarlas con la ansiedad». Son indispensables en democracia para la práctica de la ciudadanía como razón comunicativa en el sentido acuñado por Jürgen Habermas. Ética del discurso, interdependencia, razón dialogal, edificación de consensos desde las diferencias.
La comprensión recíproca nos convierte en «semejantes», en «prójimo», porque se basa en el diálogo, la escucha activa y el respeto intersubjetivo, en lugar de vernos como mutuos «enemigos potenciales» al que podemos destruir. Implica la inclusión del otro para enriquecer la vida personal y social de la gente.
Junto con la ciencia y la tecnología, cuya enseñanza es fundamental para el trabajo y ciertamente no objetamos, por las humanidades recibimos las herramientas, como dijo John Dewey, para la construcción de una vida plena de significación. Son necesarias si queremos que haya personas más capaces de entender su entorno, con más clara conciencia de los desafíos existenciales en juego, mejor preparados para manejar las frustraciones, para saber postergar gratificaciones y para asumir de modo proactivo los retos de la vida cotidiana y el encuentro con los otros sin pasividad ni resignación.
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Por eso es tan grave y preocupante el empobrecimiento del sistema educativo, la pérdida de horas lectivas en las escuelas, el deterioro progresivo de la enseñanza con la eliminación de asignaturas como filosofía, historia, literatura, arte y geografía en el proceso de formación escolar. En palabras de Nussbaum, se produce así una grave erosión de las cualidades esenciales para la vida misma de la democracia.
Ha habido estudios recientes que han revelado que los seres humanos de las nuevas generaciones son más «tontos», no por menos inteligentes sino porque han angostado su horizonte intelectual, imaginación y sensibilidad al depender cada vez más de estímulos externos y de los medios audiovisuales con sus universos virtuales en la construcción de mundo propio e interioridad. Se trata de «analfabetas funcionales», seres raquíticos con el bíceps hipertrofiado.
Aunque no hay espacio para abordar la cuestión esencial del acceso muy desigual a una educación de calidad, un sistema educativo no funciona bien ni es bueno si solo las élites adineradas se benefician. ¿Cómo hacer que llegue a quienes más lo necesitan? Este asunto es crucial para el futuro de la democracia en Venezuela. Por ahora se trata de afianzar un liderazgo político que impulse con éxito la transición.
El liderazgo ciudadano ha brillado de nuevo en la actuación política de María Corina Machado, al presentarse al tribunal supremo de justicia del régimen para hacer constar que no puede recurrir porque se trata de una inexistente inhabilitación siguiendo la ley y a la vez para cumplir uno de los acuerdos parciales de Barbados entre las fuerzas democráticas de la Plataforma Unitaria y el gobierno de Maduro.
Imaginación, creatividad, rigurosidad en el pensamiento crítico ayudan a romper estereotipos y caminos trillados. Son resultado de una formación a la vez científica y tecnológica con base humanística.
Machado nos ha mostrado, como dijo R. O’Brien en prólogo al texto de Nussbaum, la importancia de aprender a jugar bien con los demás y a pensar por nuestros propios medios.
Marta de la Vega es investigadora en las áreas de filosofía política, estética, historia. Profesora en UCAB y USB.
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