Imágenes para la Historia, por Tulio Ramírez
Si hay algo que enardece a un chavista es que lo cataloguen de fascista o represor. A la vez, no hay nadie tan ligero como estos personajes para endilgar esos calificativos a todo aquel que piense diferente a su credo o doctrina.
Basta con leer cualquier panfleto propagandístico, inclusive cualquier “profundo y sesudo” análisis político redactado por alguno de estos “redentores de los pobres” para observar cómo, de manera reiterada, se refieren a los líderes y ciudadanos opositores como “lacayos del imperio”, “oligarquía entreguista”, “traidores a la patria” o “agentes del capital transnacional”.
Imagino que cuando atacan con tales dardos, lo hacen convencidos de tener la autoridad moral para hacerlo. Las comparaciones son odiosas, pero tal supremacía recuerda mucho al fulano Estado Islámico y sus musulmanes radicales.
Todo aquel que no comparta los dogmas del Islam no solo es catalogado como infiel o animal, sino que es merecedor de los más brutales vejámenes, incluyendo la muerte. No importa si ese que no comparte sus creencias haya sido un buen ciudadano, no importa que no le haya hecho daño a nadie. Es natural que sea castigado por el pecado de ser diferente.
Estas ideologías religiosas convierten a buenos muchachos en ciegos asesinos, en aras de una supuesta misión divina que les otorga el poder de limpiar al mundo de los impíos.
Quizás algún despistado pueda pensar que los simpatizantes del chavismo, que descalifican de manera permanente a sus oponentes, son extremistas que actúan por cuenta propia sin control del partido o su dirigencia.
Pues no. Si nos fijamos bien, tal lenguaje reproduce e imita a los discursos de los líderes máximos. Basta ver las alocuciones presidenciales o los programas que dirigen los más conspicuos dirigentes de la tolda roja, para presenciar la cantidad de epítetos descalificadores
Esto lo escribo porque acabo de ver por televisión a unos militares sentados en primera fila en un programa dirigido por uno de los líderes de la revolución. No solamente voceaban consignas políticas a favor del gobierno y del difunto, sino que aplaudían entusiasmados cada vez que el “animador” se refería de manera burlona y ofensiva a damas que son líderes de partidos opositores o defensoras de derechos humanos.
¿Qué se puede esperar de estos uniformados al momento de actuar en contra de los ciudadanos que protestan en las calles? De seguro alegarán “obediencia debida” para evitar castigos por violación de Derechos Humanos.
Este ambiente de criminalización del opositor, por el solo hecho de serlo, es lo que podría explicar situaciones como la represión desproporcionada por parte de la fuerza pública y la actuación delictiva e impune de los colectivos en contra de la ciudadanía.
Por esta razón, también el chavismo solicita penas mayores para quienes sean imputados como “traidores a la patria”; ordena el secuestro de líderes políticos en oscuras mazmorras sin juicio alguno; y sus funcionarios penitenciarios desconocen boletas de excarcelación de jóvenes opositores, entre otras conductas de un poder que se arroga el derecho de castigar el pensamiento.
Se encolerizan cuando se les llama fascistas, pero al ver a los hermanos León Ramírez en el estado en el que salieron de la Comandancia de Carabobo, hace imposible no rememorar a la Alemania sometida por el nazismo
Sus cuerpos famélicos recordaban a los presos liberados por las fuerzas aliadas de los campos de concentración de Auschwitz, Dachau y Treblinka.
Eudin y José parecían unos cadáveres ambulantes. Salieron de la cárcel pesando 43 kilos por la falta de suministro de alimentos y las torturas recibidas y denunciadas ante los medios de comunicación.
Militares que aplauden burlas y descalificaciones a ciudadanas venezolanas y los hermanos León Ramírez mostrando al mundo su deplorable estado, son imágenes que quedarán para la Historia.