Piñata bolivariana, por Teodoro Petkoff
De acuerdo con lo que muestran las encuestas, para los venezolanos, ni hoy ni antes, la corrupción administrativa se cuenta entre sus mayores preocupaciones. Son siempre el desempleo, el costo de la vida y la inseguridad, los temas que mayormente angustian a la población. La corrupción siempre aparece entre los últimos. El asunto tiene lógica porque, a diferencia del desempleo, el costo de la vida o la inseguridad, los efectos de la corrupción no son percibidos de inmediato por la mayoría de la gente. La corrupción es un tema esencialmente político, ante el cual, incluso, a veces el venezolano suele ser cínicamente indulgente. «Tiburón come pero salpica», «roba pero hace», son algunos de los aforismos con los cuales se expresa la idea de que si el gobernante construye o reparte, se le puede perdonar que él o los suyos roben… mientras el fenómeno no se generalice de un modo tal que el país se sienta gobernado por delincuentes.
En este caso, el efecto de la corrupción es sumamente corrosivo sobre la legitimidad del equipo gobernante. Es lo que le está ocurriendo al gobierno de Chávez, respecto del cual se ha venido expandiendo la percepción de que en las alturas del poder se están haciendo negocios sucios a un ritmo que deja apenas como robagallinas a los corruptos del pasado. Razones para ello sobran. Muchas de ellas apuntan hacia el Ministerio de Finanzas. Recientemente, con ocasión de la recompra de los bonos de Pdvsa, se produjo una movida cuyo punto de partida fue la llamada «fuga de información», que permitió a los «informados» hacerse de una buena cantidad de plata. En declaraciones para Descifrado, el vicepresidente de Finanzas de Pdvsa, José Rojas, dijo que desde su oficina no había salido nada y añadió como de pasada, que en el Ministerio de Finanzas había «numerosas personas» que manejaban la información de la recompra. La insinuación es clara. Y es que no ha habido prácticamente ninguna operación de emisión de bonos o de recompra de ellos que no levante serias interrogantes entre los especialistas, en cuanto a las goteras por donde se filtrarían millones de dólares hacia manos sucias.
Ayer dimos cuenta de la operación de compra del edificio «Bilbao» que unida a la del Citibank, y a la que se intentó con la adquisición del edificio «Gloria» –todas adelantadas por MinFinanzas– inducen a sospechar que estaríamos ante un mismo procedimiento delictivo, que con la justificación de adquisiciones necesarias, permite generar unos sobreprecios verdaderamente estrambóticos, cuyos «beneficiarios» dejan como boy scouts a los más duros y expertos asaltantes de bancos.
En las tardías autocráticas que algunos sandinistas hacen sobre las causas de la derrota electoral de su gobierno, mencionan la corrupción generalizada en éste. El pueblo nica bautizó aquel robo descarado como «la piñata» en gráfica y sugerente asociación con el juego infantil de ese nombre. Bueno, aquí también los «revolucionarios» están dándole palos a la piñata del tesoro público. Nadie aprende en cabeza ajena.