El chavismo causa la crisis, por Teodoro Petkoff
El ministro Merentes, en un rapto de iluminación, descubrió que el rey anda desnudo. Hay que agradecerle la franqueza porque con sólo una frase demolió toda la charlatanería acerca de la revolución bonita y sus supuestos grandes éxitos en lo económico y social. Dijo el ministro de Finanzas y ahora zar de la economía que el supuesto «éxito en lo social» no ha estado acompañado de «éxito en lo económico». Ahora bien, ¿cómo se puede tener «éxito en lo social» sin sustentabilidad económica? Porque de eso es de lo que se trata.
¿De qué «éxito social» podemos hablar si en la misma frase lo cuestionamos por la «falta de éxito económico»? Merentes percibe, sin duda, porque no es tonto, que esa paradoja es insostenible a mediano y largo plazo. Aunque no lo diga, pero se puede inferir de sus palabras, que las «misiones», que obviamente son las que dan base a la vanagloria por un supuesto «éxito social», han llegado ya a su punto de agotamiento y que sobre «operativos» de esa naturaleza no se puede fundar una política social consistente, de largo plazo, sino que es necesario crecer económicamente. Incluso, puntualiza que es preciso «entrar en una ruta de crecimiento, pasar una cantidad de años donde todos los factores de la economía estén creciendo».
No por perogrullesco es menos lógico. Obsérvese que el ministro no habla de «revolución»; ni «bonita», ni «fea» ni «socialista». Da por sentado que es dentro del presente cuadro económico, de rentismo petrolero y capitalismo como se nos plantean el problema y sus soluciones. Merentes pide ahora lo que no se dio durante catorce años.
Y es que en estos largos años de chavismo no hubo ni política económica ni política social, si entendemos por esta última algo más que el asistencialismo. Chávez adelantó como política económica el mantenimiento del status quo. Heredó un cuadro económico determinado y no procuró en modo alguno modificarlo para el bien común. Al contrario, jamás en nuestra historia había alcanzado el rentismo petrolero, que siempre nos ha sido propio, los niveles que le ha dado el chavismo, tanto en su versión original como en su versión madurista. Su gobierno ha hecho, pero empeorándola, lo mismo que fue la práctica económica heredada. Chávez no hizo otra cosa que aprovechar el cuantioso ingreso proveniente del petróleo para enfrentar problemas puntuales pero no para utilizarlo como palanca para el desarrollo económico. En este sentido, ni siquiera en el plano de la obra física su gobierno puede mostrar algo que valga la pena. Compárense los primeros quince años de los gobiernos democráticos con los tres lustros de Chávez. Bastan unos pocos ejemplos para ver la diferencia. De aquellos años provienen 150 mil kilómetros de carreteras asfaltadas. Chávez no pudo asfaltar ni siquiera la carreterita que va a Macuro.
De aquellos años provienen Ciudad Guayana y las empresas básicas. De aquellos años proviene la nacionalización del petróleo y del hierro. ¿Qué se puede abonar a la cuenta del comandante? Bien poco. Y por lo que ha mostrado hasta ahora, de Maduro cabe esperar menos aún.
De manera que tres lustros después este sigue siendo el mismo país capitalista atrasado en que hemos vivido siempre, que cuelga, como un ahorcado de la cuerda, de la renta petrolera.