Asunto de razonar, por Américo Martín
Autor: Américo Martín | @AmericoMartin
El viejo error de confundir deseos con realidades va de la mano con la ilusión de alcanzar los máximos objetivos de una sola vez y por vías de hecho. Abomina de los políticos. Fastidiados de oír sus argumentos postulan el grito de guerra. Le irritan sus naturales flexibilidades. Lo que no es frontal puede ser ardid de traidores.
Se trata, lo sé, de juicios de honestísima inspiración, es la rabia profunda causada por una gestión fallida que ha sumido en la tragedia a los venezolanos de todas las esferas. Es el dolor de un país vejado y arruinado. La gente muere de indigencia. La dolorosa diáspora de millones de compatriotas. Quien no sienta esas humillantes realidades no es un ser humano.
Razonemos, ahora, políticamente.
El país está envuelto en una trama extremadamente compleja. Ideal para que prospere el maximalismo deshonesto y fingido de los victimarios contra las víctimas. Es el caso previsible pero no visible de agentes travestidos de opositores para azuzar contradicciones. Son sordideces habituales del Poder pero es bueno no desestimarlas. Alimentan la lava del rencor. Alguien que tenga un hermano, un primo o sea hijo de capitostes del régimen, es sospechoso.
Pasemos ahora a las afecciones de la institución armada. Parece evidente la inconformidad y el malestar de los uniformados en todos los niveles. La represión ha respondido con nerviosa energía.
Siendo la parte de Venezuela sobre la que recae la misión estratégica de defender su territorio, su soberanía, merecen la solidaridad de todos sus compatriotas ahora, cuando son perseguidos y encarcelados. Sin pretender apartarlos de sus obligaciones constitucionales, deben recibir la solidaridad del país, que no se la ha regateado a las víctimas civiles.
La política es mal vista por los amigos de la acción directa, y sin embargo mucho le debe la humanidad. Desde su perspectiva el camino venezolano es sencillo aunque no fácil. Forjar una amplia unidad donde quepan todos los amantes de la libertad. Sumar banderas, sin oscurecer diferencias, es la vía posible para la reunificación de Venezuela en civilizada prosperidad democrática.
Merece igualmente la Asamblea Nacional una consideración política. Es la única Institución del Poder Público mundialmente reconocida. Ni el Ejecutivo, ni el Judicial, ni el TSJ, ni el llamado Poder Moral gozan de reconocimiento. Solo el Legislativo y sus actos, inconstitucionalmente invalidados. Lo han despojado de funciones, les niegan hasta el sueldo a los diputados y por añadidura es blanco de disparos de toda procedencia.
No se trata de defender a tal o cual diputado, en sus aciertos o sus errores, sino de cuidar una institución destinada a ser eje de la recuperación democrática y la continuidad constitucional. El derecho a criticar es irrenunciable pero es lícito pedir que en el vendaval crítico se preserve el sentido de pertenencia. La AN es una de las claves para descifrar el enigma resuelto por Edipo con más maña que fuerza, más cerebro que corazón.