Contra la corriente: caída de las exportaciones, por Sergio Arancibia
Según un reciente informe elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo, BID –titulado Termómetro del Comercio Internacional – las exportaciones de la América del Sur crecieron en el transcurso del primer trimestre del 2018 en un 10.4 % con relación a lo sucedido en el mismo período del año anterior. Se trata, indudablemente de una buena tasa de crecimiento para cualquier país y para cualquier región del planeta.
Los países que lideran esa expansión de las exportaciones son Chile, con una tasa de 24.3 %, Bolivia, que crece a un ritmo de 21.9 %, Uruguay que lo hace a una tasa de 16.1 % y Colombia que incrementa sus exportaciones a una tasa de 13.9 %.
En toda la América del Sur hay solo dos países que no incrementan sus ventas al exterior, en el período analizado, sino que incluso decrecen en lo que respecta a este indicador: se trata de Paraguay, cuyas exportaciones cayeron en un 6.7 % en el primer trimestre de este año, y Venezuela, que presenta una baja de 7,8 %. Obviamente, cuando de promedios se trata, la fuerte caída de uno de los países considerados, hace disminuir el promedio para todos. Por lo tanto, sin Venezuela y Paraguay, el crecimiento regional sería mejor aún que ese 10.6 que ya hemos mencionado.
¿Porque decrecen las exportaciones venezolanas? No se trata de las exportaciones no petroleras – que es un indicador que se suele y se debe analizar – sino de las exportaciones totales, compuestas en un 90 % o más por petróleo. Si las exportaciones totales decrecen en un 7.8 % no puede sino significar que las exportaciones petroleras han caído en una tasa cercana, sin perjuicio de que también hayan caído las exportaciones no petroleras. Como el petróleo ha experimentado un leve incremento en su precio internacional a lo largo del presente año, solo queda llegar a la conclusión – dos más dos son cuatro – de que el volumen de exportaciones petroleras ha disminuido. En otras palabras, que ha caído la extracción, la producción, la refinación y a exportación de petróleo.
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Más claro aún: han llevado a la principal industria del país prácticamente a la peor situación de su historia. Eso es consecuencia de la política miope que suponía que la renta petrolera no se iba a acabar nunca, pues era un regalo de los dioses, y que no dependía de las inversiones, ni de la reposición, ni del mantenimiento, ni de nada. Ordeñaron a la industria petrolera sin compasión. Metieron a más de 100 mil trabajadores en su nómina. Hicieron descender violentamente la productividad. La obligaron a meterse en negocios y actividades que nada tienen que ver con la actividad petrolera ni energética. Ahuyentaron a las empresas extranjeras que podían aportar capitales y tecnologías. Despreciaron la capacidad técnica o profesional de los gerentes medios y altos, valorando solo la lealtad política. Muchos de ellos se enriquecieron por medio de prácticas comerciales ilícitas, y están prófugos o en la cárcel. En síntesis, no dejaron error que no cometieron.
En nada de todo esto tiene responsabilidad alguna el resto de la sociedad civil, política o económica del país. Se trató siempre, hasta el día de hoy, de un coto cerrado del gobierno y de los rojos rojitos, que cargan con toda la responsabilidad de tener a Pdvsa y al país en la situación en que se encuentra