Los Zapatos de la discordia, por Tulio Ramírez
El primer escándalo del cual tuve conocimiento donde estaban involucrados unos zapatos, fue el ocasionado por Cenicienta y sus hermanastras. Las muy bichas alegaban ante el Príncipe que el zapato de cristal que había dejado en su huida la chama con la tripeaba en el baile, era propiedad de una de ellas. A las muy descaradas ese calzado talla 37 no les entraba ni con vaselina. Sus delicados pies talla 45, más unos señores ñames distorsionados, echaban por tierra sus pretensiones. No recuerdo cual fue el final, pero estoy seguro que ninguna de las tres patonas se quedó con el guapo de la realeza.
El segundo escándalo que viene a mi memoria donde están involucrados zapatos, fue el protagonizado por Imelda Marcos, la elegante esposa del para entonces Presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos, quien fuera depuesto en 1986 por una revuelta popular que terminó con su gobierno dictatorial de 21 años. A la doña le consiguieron la bicoca de 1.220 pares de zapatos de lujo, perfectamente alineados en un closet construido en sus aposentos.
Recuerdo que esta noticia tuvo más centimetraje que la propia caída del dictador. Nadie le paró a la descomunal fortuna en colecciones de joyas, obras de arte, bienes inmuebles, cuentas bancarias y títulos valores en muchas partes del mundo. La corrupción, la violación de los derechos humanos, y la persecución política pasaron a un segundo plano. Las páginas de los principales periódicos del mundo resaltaron solo la tenencia de los fulanos guachicones. Como dijera mi comadre Camucha, gran cultora del ingenio carupanero: “La envidia no mata mi compai, pero como duele mijo”.
El tercer affaire asociado con algún calzado fue el protagonizado por mi amigo de la infancia Chicho Carrasquel. En nuestros años juveniles solíamos aparecernos en fiestas aun no siendo convidados.
Un bonche con puerta abierta era una invitación implícita y nosotros las atendíamos a todas sin discriminación. En una oportunidad nos coleamos en una fiesta muy formal, nos dimos cuenta de ello ya estando en la mesa de los pasapalos.
No podíamos pasar desapercibidos. Nuestras vestimentas nos delataban. Pero ni modo, a lo hecho pecho. Mi amigo sacó a bailar a una de las muchachas más bellas. De pronto paró la música y colocaron aquélla canción del Gran Combo de Puerto Rico que decía más o menos así “Los zapatos de Manacho son de cartón, son de cartón, son de cartón…”. Era evidente que estábamos descubiertos y procedimos a salir discretamente. A partir de ese momento antes de colearnos a una fiesta hacíamos trabajo previo de inteligencia para luego no pasar pena.
Recientemente observe por las redes sociales otro asunto relacionado con esa prenda de vestir. Eran dos recuadros. En uno aparecía un profesor (no recuerdo si de la UCV) mostrando sus zapatos viejos y con la suela casi desprendida. La leyenda recogía sus palabras. Manifestaba que con esos zapatos iba todos los días a dar clases. En el otro recuadro, aparecían sentados en una acera altos funcionarios del gobierno rodeando al Presidente Maduro.
Había un ambiente de informalidad. El detalle es que los zapatos del antiguo Alcalde eran unos guayos de más de 790 dólares. Esta información fue aportada por un patriota cooperante de los de acá, que se dedicó a hurgar en las tiendas virtuales el costo de tan bellos deportivos. Ambas gráficas reflejan de manera perfecta la actual situación en Venezuela.
Por una parte un profesor que gana menos de 5 dólares al mes y que tiene que caminar arrastrando los pies para que el chancletazo de la suela no suene y lo delate; y por otro lado, un líder revolucionario posando para vender la idea de humildad en el poder, que luce unos zapatos que nuestro profesor solo podría comprarlos si ahorrara íntegros por 14 años sus 5 dólares de sueldo. Con razón los llamaron, los zapatos de la discordia.