Turismo en Margarita, por Sergio Arancibia
El turismo en la isla de Margarita está pasando por una situación muy particular.
Lo primero que hay que destacar es que, en Margarita, el turista internacional no ha desaparecido del todo, a pesar de que la política económica actual – y en particular la política cambiaria – pareciera no ser muy incentivadora para este tipo de visitante.
Sin embargo se han ido gestando en la isla una cadena de situaciones que podrían ser calificadas como paradójicas. El turista extranjero no puede usar en Venezuela las tarjetas de crédito que usa corrientemente en su país de origen, que tienen calidad de tarjeta internacional, pues en nuestro país no hay puntos que acepten y cobren en moneda extranjera. Obviamente, tampoco pueden usar las tarjetas de crédito que usan corrientemente los venezolanos en el territorio nacional, pues los turistas no tienen cuentas en la banca nacional ni tarjetas emitidas por la misma. En moneda venezolana tampoco pueden comprar ni vender, pues ni los venezolanos tienen acceso a ella.
¿Qué les queda entonces? ¿Cómo pueden venir a pasarla bien en Venezuela si no tienen cómo pagar? La vida misma y la realidad económica han ido generando respuestas a estos interrogantes. El primer lugar, un mecanismo muy utilizado consiste es comprar en su país de origen un paquete lo más completo posible de los servicios hoteleros y turísticos que pretenden disfrutar en Margarita. Vienen por lo tanto con casi todo pago y solo traen algunas cantidades pequeñas de dólares en billetes para pagar un taxi, para comer en un buen restaurant fuera de su hotel de residencia, para comprar algunos recuerdos o para ir a alguno de los muchos paseos que ofrecen los operadores turísticos de la isla.
Los hoteles de cinco estrellas, con servicios de calidad internacional, no solo han logrado sobrevivir en la isla, sino que incluso parecen haberse fortalecido»
Tienen como clientela al turista internacional, que busca y encuentra belleza natural y servicios de calidad internacional, a un precio competitivo, pues esos servicios tienen un costo menor que en otros puntos del Caribe, pero esa ventaja en precios no proviene de una mala calidad de los servicios, sino de otros costos que son baratos en el mercado interno venezolano. Además el turismo de cinco estrellas en Margarita se nutre de una parte de los viejos y nuevos ricos, que ya no pueden salir con la misma facilidad que antes a turistear al extranjero.
Con este sistema que venimos describiendo gana el hotel margariteño, gana el turista colombiano, brasileño o trinitario – que son los principales turistas que llegan hoy en día a la isla – ganan los operadores turísticos nacionales y extranjeros, y ganan todos los proveedores de servicios turísticos de menor envergadura, tales como los taxistas, el comercio, los restaurantes, — que los hay muy buenos – y que logran acceder al dólar a cambio de sus servicios, cobrando, por lo demás, con bastante sabiduría como para no matar la gallina de los huevos de oro.
El único que no gana directamente es el gobierno venezolano, aun cuando indirectamente todo gobierno sabio debería sentirse satisfecho de que una isla tan importante como Margarita logre sobrevivir y crecer. Pero el gobierno no capta casi nada de los dólares que tanto necesita, y que acompañan necesariamente al turista extranjero, pues tiene prácticamente bloqueado el sistema cambiario en Margarita y en todo el país. Ojalá el gobierno logre hacer suya la vieja idea de que hay que eliminar o modificar lo que está funcionando mal, y mantener y apoyar todo lo que está funcionando bien.