Bachelet fugaz, por Carolina Gómez-Ávila
Una estrella fugaz es un fenómeno astronómico muy vistoso. Y eso que sólo se trata de una piedra estelar que se hace fulgurante al chocar con la atmósfera. Pero roba nuestra atención por su rápido paso y por su larga estela.
A quienes les cuesta mucho hacerse notar no les conviene un espectáculo de esta magnitud, por eso los escándalos precedieron su advenimiento y probablemente se diluyan con su partida.
Es que en política el “cuándo” es más importante que el “qué”. Esta norma no escrita viste de velos las intenciones de cara al pueblo y las hace difíciles de percibir hasta por los ciudadanos más preocupados en mantenerse informados para construir su opinión responsablemente.
Además, con el propósito encubierto, siempre es más fácil reorientar a la opinión pública. Manipularla. Y ya sabemos que esto es imprescindible para lograr apoyos irracionales, esos que dan vida a cualquier cosa que pretenda un político
La visita de Bachelet tuvo más interés comunicacional que la que hizo su equipo en marzo, durante la cual se levantó un grueso expediente de violaciones de los DD.HH. en Venezuela. Esto fue prácticamente silenciado por los medios ahora y, sorprendentemente, por más de un político opositor.
Llamó mi atención que, hasta desde flancos contrarios entre sí, se construyeron expectativas ilusorias. Nunca hubo, porque no podía haberla, la posibilidad de que Bachelet hiciera una gira por el país y por lo tanto, todos los que levantaron sus voces para invitarla aquí o allá, sólo hicieron el ruido necesario para que los desinformados consideren más adelante que su venida fue inútil o peor, un show. Lo más grave es que no lo hicieron unos incompetentes, porque no lo son.
Bachelet sólo vino a cumplir un paso exigido en el manual de procedimiento: entrevistarse con todos los actores políticos y sociales relevantes para dar cierre al informe que, está previsto, presente en unas semanas ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Quitarle fuerza a lo que sí puede hacer Bachelet al desviar las expectativas hacia lo que no puede hacer, es muy grave; y es, exactamente lo que políticos y medios intentaron con este menú de solicitudes incontestadas, cuyo efecto natural de desesperanza habrá que arrastrar por sus enormes costos antipolíticos.
El argumento ad hominem sobre lo contraproducente o inútil de la visita por las simpatías ideológicas de Bachelet, también se regó como verdolaga. ¿Cómo convencer a venezolanos que en 20 años no ha visto una demostración de recto proceder por parte de quienes tienen el poder, de que existen funcionarios que escogen hacer lo correcto? No todo el mundo es corrupto y algunos que lo son, no lo son todo el tiempo ni en todas las áreas.
Con todo lo anterior no es extraño que la visita de Bachelet se asemeje a la de una estrella fugaz: le pidieron deseos imposibles de cumplir y cifraron en ella sus esperanzas, quienes no saben orientarlas. Como los meteoritos, es posible que ahora Bachelet devenga en amuleto. Suerte para quien encuentre la verdad.