Falacias negociadas, por Carolina Gómez-Ávila
La situación venezolana es agobiante y mantenerse bien informados es muy complicado como para que, en el proceso, toleremos en silencio el bulo y la argumentación falaz.
A los medios correspondería arrojar luz sobre ambos ataques. No lo logran y no me es posible determinar si es por ineficiencia o por solidaridad gremial mal entendida
A estas alturas, callar ante la confusión me parece cómplice. No es suficiente mirar para otro lado cuando prepondera la difamación, no basta con no hacerse eco. En la honesta búsqueda de la verdad hay que aclarar algunos asuntos sin ambigüedades.
Urge, porque la antipolítica se ceba con infamias desmontables como la del origen de los fondos con los cuales los políticos de la coalición democrática se hospedaron, comieron y bebieron en Barbados. ¿Nadie va a publicar un repaso, por pedagogía ciudadana, de las normas diplomáticas al respecto para que la población no sea pasto de inescrupulosos? Hasta las imágenes que acompañan a las notas son manipuladas para posicionar una opinión incluso antes –o peor, en vez– de la lectura.
Hace meses era sencillo explicar que el famoso 187.11 sólo es la contraparte del artículo 7 de la Convención de Viena, según el cual se deben presentar los nombres de los designados en misiones (las militares están incluidas) al Legislativo de cada país, para que no se vea obligado a permitir el ingreso de alguna persona “non grata”. Hace meses debió difundirse el TIAR y explicar su breve articulado sin sesgos, para que se entendiera que apelar a él no implica necesariamente una invasión pero que tampoco le cierra la puerta.
A la prensa le toca abrir la ventana para constatar si está lloviendo, cuando unos dicen que sí y otros dicen que no. Aunque en algunos temas sea complejo, en otros es de una sencillez pasmosa; dar vocería a ambos sólo facilita el enredo. A la prensa le toca evitar que tome cuerpo la desinformación, antes de que a alguien con poder mediático se le ocurra hacernos creer que la Tierra es plana.
Capítulo aparte para los falsos dilemas. No hay o no se difunden suficientes trabajos periodísticos que ayuden a discernir las diferencias entre el “abstencionismo” y la “disciplina militante” a la que apeló la coalición democrática cuando optó por la huelga electoral para el evento del 20 de mayo de 2018. No se discutió estructuradamente y no se insistió, así se le dio espacio a una mentira que hará daño en el intento de retorno a la democracia. Y en esto es difícil creer que no ha habido intención.
Igual que cabe la duda cuando la prensa no toma la iniciativa para aclarar falacias casuísticas –las de las excepciones irrelevantes– y remachar que nunca son suficientes para echar por tierra la validez y aplicabilidad de ciertos factores. ¡Cómo si la historia pudiera brindarnos dos casos exactamente iguales!
Esto será básico pero no nimio, porque mientras estas dos debilidades no se atiendan, mientras no se yerga la voz de la prensa para decir la verdad en aquello que sea dable conocerla, la antipolítica –enemiga jurada del retorno a la institucionalidad republicana– se valdrá de sus recién perfilados influenciadores para difundir falsedades que permitan instalar “la dictadura que viene”.