Refugiados, inmigrantes o hijos regados por el mundo, por Marianella Herrera Cuenca
@MHerreradeF | @nutricionencrisi
Venezuela jamás fue un país de inmigrantes, por el contrario en Venezuela se recibieron a lo largo de su historia contemporánea a muchos inmigrantes por distintas razones y en diferentes épocas. Dada la crisis más importante en términos políticos, económicos, sociales y humanitarios, desde las guerras de Independencia y de Federación, cuyas causas no voy a tocar en este momento, hoy en día los venezolanos, somos inmigrantes o refugiados. Pero esta situación tiene que ver con algo bien importante, el deterioro del país en términos económicos, sociales, éticos, y educativos. Los jóvenes se ven forzados a migrar. Ante la falta de oportunidades, los jóvenes se van.
El mundo hoy en día es otro, el tiempo acelerado de las comunicaciones ha modificado la manera de adaptarse a los tiempos, ya no es tan fácil ocultar la opulencia de los países desarrollados y tampoco es tan fácil ocultar plenamente lo que ocurre en un lugar determinado. Puedes estar desayunando en tu casa, pero estas viendo en tu celular el video de cómo un niño sufre y tiene hambre, y entonces para quien desayuna puede ser más difícil comer, por aquello que implica ver al momento de la comida una situación desagradable.
Sin embargo, la posibilidad de ver en tiempo real un evento, también implica tomar acciones. Implica decidir. Cuando sabes que no puedes más, que el cansancio y el dolor agobia y al ver que podrías tener mejor calidad de vida en otro lugar, la decisión de salir y emigrar parece obvia.
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En junio de 2019, la FAO publicó su reporte trimestral (abril-junio) de Alerta Temprana. En ese informe, Venezuela aparece como uno de los países en mayor riesgo debido a la inestabilidad política, hiperinflación y la caída del producto interno bruto, las cuales han contribuido al deterioro persistente y prolongado en términos del incremento de la inseguridad alimentaria, la desnutrición y el desplazamiento de personas como migrantes a los países vecinos.
Pero migrar, no es una solución milagrosa. Puede ser más llevadera para aquellos que tienen la oportunidad de “salir” con una visa de trabajo, o con un contrato de trabajo ya establecido o para quienes tienen ya familia en el exterior que los apoye. Pero para la mayoría, la migración implica un camino incierto, de interrupción de ciclos educativos, de largos caminos hacia rumbos desconocidos, con la esperanza de encontrar una mejor calidad de vida. Migrar también implica que “las cosas pueden complicarse”.
La trata de personas es una de ellas. Las mujeres y niños que salen de Venezuela en estos momentos sin rumbo definido, corren el gran riesgo de quedar inmersos en las redes de trata de personas. Dichas redes compuestas por personas inescrupulosas, aprovechan el dolor y la necesidad para acercarse a los más vulnerables ofreciendo medios de vida que comprometen los derechos humanos más básicos y esenciales.
De esta manera, vemos con alarma y gran preocupación como mujeres, niñas y niñas venezolan@s, quedan atrapados en una vida que les lleva a prostituirse, a realizar trabajos forzados y a la exclusión dentro de otro sistema en otro país
Sin familia, sin nadie que alce la voz por ellos, todo lo contrario, expuestos a la xenofobia como si fuesen culpables de su propio destino, cuando bien sabemos a estas alturas que quienes tienen la vida comprometida desde el comienzo, por la falta de oportunidades y la pobreza del entorno, poco pueden alcanzar por si mismos en estos ambientes.
El informe de alerta temprana, que para nosotros más bien luce como alerta tardía, llega tarde a advertir las acciones a tomar. Ya el daño para muchos está hecho. Sin embargo, reconoce que el 80% de los hogares venezolanos se encuentra en condiciones de inseguridad alimentaria y que el 90% de los hogares recibe un ingreso que es totalmente insuficiente para comprar alimentos y que además el país ha perdido 3,5 años en la expectativa de vida al nacer.
Hoy los venezolanos nos hemos convertido en un pueblo de inmigrantes, muchos de ellos refugiados tal y como han puesto su empeño organismos como la OEA para que sean reconocidos los derechos de los venezolanos que se ven forzados a salir del país, y las madres tenemos a nuestros hijos “regados” por el mundo.
Pero ahora el mundo sabe quiénes somos los venezolanos, sabe que la mayoría somos gente de bien y que “los malos” como siempre hacen mucho ruido.
Ahora los venezolanos somos más universales y las arepas pueden encontrarse en la mayoría de los continentes y también esperamos que el mundo aprenda la lección: las respuestas tardías nunca fueron buenas