La batalla por la opinión, por Américo Martín
Definiciones de lo que sea la política hay muchas, pero cuando me solicitan una propia, opto por explanar la que considero más instrumental, más efectiva y viable. Eso no significa que desdeñe las muchas otras que van a lo descriptivo abarcando correctamente el arte y la ciencia (o técnica, para decirlo con Maquiavelo) y se remontan a la Antigüedad clásica, con Platón y Aristóteles a la cabeza. Por una razón no especialmente clara el tema de si es ciencia y/o arte ha logrado dominar las definiciones de la Política.
- “Ciencia del gobierno de los Estados”, conceptuó Emil Littré en 1870; “Arte y Práctica del gobierno de las sociedades humanas”, amplió y opuso Paul Roberts en 1962. Coinciden en el sujeto, que es normalmente el Estado, pero se distancian en lo referente al lugar de la ciencia y el arte en la Política.
Personalmente, me he permitido elaborar una definición propia para el servicio de una mejor comprensión de las complejidades del hacer político. Se dirige a todos, sin distingo de edad ni de niveles de experiencia o de sabiduría. Dice así:
- Política es una ciencia-arte dirigida a 1) atraer a todo el que pueda ser atraído para el logro de un gran propósito estratégico y un programa de amplio interés general 2) neutralizar sin agredir a quien no puedas atraer y 3) construir la máxima unidad posible para encarar solo a los adversarios que no hayas podido atraer ni neutralizar.
Pienso que a partir de semejante definición se entenderá el valor sustantivo de la persuasión, del debate constructivo y de la mano tendida, nítidamente ajenos a descalificar, insultar o calumniar a quienes no piensen como tú. La política se desenvuelve en el campo de la Justicia, no de la Venganza.
Resalta, además, la enorme significación de ganar la opinión de los terceros, decisivos en cualquier confrontación, áspera o dulce. Por eso la política no es un oficio para desahogarse o dañar reputaciones o grabar el gesto en bronce, sino para el logro del notable objetivo humano que lo inspira. Complacerse con rotundas altisonancias para impresionar a los demás es un infructuoso despropósito.
La motivación al logro supone extremar el uso de la cabeza, la razón, la serena capacidad de enseñar y convencer. La motivación al gesto se contrae al estallido pasional; sus avances terminan siendo efímeros porque no acercan sino alejan el objetivo. El liderazgo debe saber combinar las más variadas formas de lucha, cambiarlas según se presenten nuevas situaciones, siempre sin menoscabo del gran objetivo estratégico para hacer posible el programa. La regla de oro es tocar el piano con los diez dedos para que, de los sonidos plurales en manos del director orquestal, emane una sola melodía. Sospechar de los variados escenarios, suponiendo que se traicionan unos a otros, es no entender el ABC de la dirección.
Incluso en la guerra, convencer y ganar a los terceros puede ser lo que falta para vencer. Por eso se va a ella enarbolando el emblema de la paz, de manera que las victorias provengan más de la artística capacidad publicitaria que de la magnitud de los combates.
A Barbados, sin excesivas ilusiones. Pero la crisis del país se profundiza con los días, crece el protagonismo solidario de la comunidad nacional, la internacional y la confianza en Guaidó-AN. ¡Aprovéchense las reuniones con inteligencia, habilidad, cabeza fría y motivación al logro! Perdiendo, se gana la batalla de la opinión. Ganando, se gana doblemente: el país conquistará la libertad, la prosperidad y la iridiscente democracia, sin que fluya preciosa sangre venezolana.