Ricardo Sucre: «A Maduro se le va a poner a prueba con las nuevas sanciones»
El politólogo Ricardo Sucre evalúa el escenario político nacional cuando se cumplen ocho meses de «usurpación» del Ejecutivo y de pugna por el control formal del poder en Venezuela. Un tiempo en que Nicolás Maduro ha resistido frente a la burocracia del Estado, aunque no ha salido ileso
-Comenzamos agosto y aquí hay gente que tenía una expectativa desde principios de enero de que quizás esto no iba a durar tanto. Han pasado los meses y el control territorial, de la fuerza, de buena parte de la acción pública y de la burocracia la tiene Nicolás Maduro. ¿Cómo evaluarlo?
-Sí. Yo te diría que, efectivamente, seguimos en una situación parecida a la de 2016, donde dos grupos políticos no son capaces de reconocerse o quizás es un reconocimiento muy básico si incluimos ahorita el tema Oslo, pero es un reconocimiento muy parcial, muy inicial, que no puede anularse. Quizás a partir del 2016 se ve con más fuerza, que cada uno intenta imponerse sobre el otro, no puede y hay una situación que algunos llaman, en parte, catastrófica, otros que lo llamamos como estancamiento mutuamente dañino. Es un nombre muy elegante, pero lo que comunica es que ninguno se puede anular y el país está en el medio por todas las consecuencias que vivimos los venezolanos: las crisis, el deterioro. Esa situación ha generado cierto status quo que no va a ser permanente. Ahorita yo creo que estamos en una etapa donde otra vez a Maduro se le va a poner a prueba con el tema de las presiones o el intento de la tesis del quiebre a través de nuevas medidas, sanciones. Creo que aumentará muchísimo este mes y quizás para septiembre.
-Hay quien achaca la responsabilidad mayor justamente a la oposición. ¿Cuál es el nivel de responsabilidad de Nicolas Maduro?
-Por supuesto él tiene responsabilidad incluso antes de todo esto. La responsabilidad económica, por ejemplo. Él pudo tomar medidas perfectamente, porque no solo tenía la autoridad, aunque yo digo que la tiene todavía, sino también el apoyo, la estructura del partido. Es decir, hay una serie de cosas en las que yo creo que fue demasiado conservador, lo cual es un término muy elegante. Hay una responsabilidad allí y en lo político también, en el sentido de no abrir el juego un poco más o no vislumbrar alternativas, pero el problema de fondo, más allá de Guaidó y Maduro, es lo que te comentaba al inicio. Simplemente son grupos que no se reconocen. Son grupos que se quieren destruir, que se quieren anular. Entonces, frente a eso, tú puedes abrir el juego, tener toda la amplitud o no tenerla y el resultado es el mismo. El punto es que yo te quiero eliminar a ti y yo lo que quiero es que negociemos tu rendición o tu capitulación. Entonces, por supuesto, eso va en doble vía.
-Se pudiera pensar que la negociación en Barbados no conducirá a buen puerto, pues la naturaleza del chavismo no entiende de actitudes democráticas o de compartir el poder. Una lógica hegemónica es lo que se ha visto hasta ahora. ¿Por qué pensar que de Barbados pueda salir un camino distinto?
-Porque la situación política impone unas realidades. Obviamente la lógica del chavismo, con Maduro y con Chávez, es una no liberal. La idea de alternancia, peso y contrapeso, son ideas muy débiles o inexistentes. Es una lógica efectivamente hegemónica. Pero también están en una realidad de un país, en la realidad de unas reglas de juego y de una propia Constitución aprobada. Es decir, no están en el mundo ideal. Ver también esas lógicas muy de la oposición, muy antidemocráticas, que no podemos hacer nada y al final terminamos una gran intervención, una gran operación para purificarnos y volver a ser lo que éramos antes, es el otro extremo. Yo lo que pienso es que se pueden lograr cosas por una razón sencilla. En primer lugar, pienso que las circunstancias políticas obliga a los dos a tener que evaluar bien qué van a hacer. En segundo lugar, el interlocutor, en este caso Noruega, tiene una técnica distinta a los procesos anteriores. Una técnica quizás más elaborada. A lo mejor hay un aprendizaje de las experiencias pasadas. Finalmente, aunque la del 2018 fracasó, si uno ve los tres documentos, ya había unos elementos con muchas coincidencias. Yo pienso que la situación amerita que al menos se pueda lograr la resolución total. Por supuesto, eso no va a ocurrir, porque son modelos irreconciliables, pero al menos que se pueda lograr un acuerdo para que el pueblo venezolano se pronuncie. Yo creo que ese sería el primer paso y pienso que se puede obtener.
-¿Estamos hablando de 2020? ¿La gente tiene que ir ya haciendo las paces con la idea de que Maduro pasa de diciembre?
-Si es para un proceso electoral, sí. Yo creo que ya tienen que pensar en el año que viene si lo vemos en términos de unas elecciones. Ahora, si lo ves en términos de presión, yo igual pienso que Maduro llega al 2020, pero creo que viene un intento muy fuerte de presionar, a ver si se produce el famoso quiebre, que es la columna vertebral de la estrategia y discurso de la oposición. Todo pasa por un quiebre.
-Habrá reunión de cancilleres de varios países, con el Grupo de Lima, y va Julio Borges a representar allí a Juan Guaidó. Donald Trump anuncia nuevas sanciones. ¿Hacia dónde conduce esa presión internacional?
-Ahorita yo siento que esta etapa es de sanciones, digamos, como más quirúrgicas, en el sentido de tocar a figuras o a grupos que se considera que son los pilares del Gobierno y yo siento que ahorita eso puede avanzar. Yo creo que lo que Trump planteó del bloqueo, lo consideró muy seriamente porque el TIAR lo permite. Si tú lees el artículo octavo del TIAR, no dice abiertamente lo del bloqueo, pero dice interrupción de comunicaciones, etc. Yo creo que eso se considerará seriamente. Pienso que los Estados Unidos tiene también la presión del tiempo y creo que pueden plantear una alternativa. Y hacia allá creo que vamos, hacia un momento muy fuerte que quizás en agosto no se manifieste, pero en el último trimestre sí lo vamos a ver.
-En el primer trimestre se le veía musculosa y unificada, y luego ya no tanto. Hay fragmentación, nuevos grupos, desacuerdos. ¿Se debilita la oposición?
-Yo lo que siento y veo es que eso es producto del paso del tiempo. Es decir, la estrategia original era un quiebre rápido, transición, un 1-2-3. Cese de la usurpación, producto de un quiebre, una transición y después unas elecciones. Eso se pensaba que se iba a lograr en enero, febrero. Como no pasó, hubo lo del 30 de abril y tampoco pasó. Entonces, en ese interín ya hay grupos que se manifiestan, que ya manifestaban reservas con la estrategia. El grupo Fermín, el grupo Falcón, el grupo de la plataforma «Tamos unidos». Yo creo que ya había reservas con una estrategia de choque, insurreccional. Yo creo que en las primeras de cambio había consenso, creo que todavía se mantiene, pero hay grupos que ya comienzan a buscar su autonomía o su propio espacio. Aunque no hay un confrontación directa, de alguna manera, el grupo de María Corina logra imponer su agenda, aunque la otra oposición diga que no, porque las cosas que ella dice se aprueban. Dijo lo del TIAR y se aprobó. Y con los otros grupos, yo lo que siento es que quizás se sentían al margen y por eso ahora quieren buscar su espacio. No veo un cuestionamiento directo a la figura de Guaidó. Eso debilita, porque ya tienes de nuevo distintos grupos. Se reconoce la figura de Guaidó, pero como no hay el resultado prometido de enero y febrero, se empiezan a abrir alternativas para ver si se puede lograr un cambio.