El problema de la Sociedad Civil, por Carolina Gómez-Ávila
Si es verdad que para entender la noción de Sociedad Civil, Gramsci es la mejor referencia, la cosa es así: En el Estado, todos los que no somos gobernantes ni militares, somos la Sociedad Civil.
Y si no es verdad que Gramsci es la mejor la referencia, al menos entiendo que fue la que usó Luis Miquilena para introducir el término en nuestra Constitución… aunque después no supiera con qué se comía lo que él mismo cocinó y sirvió.
Pero el descarte anterior no es todo. La Sociedad Civil que describe Gramsci es de intereses variopintos. En ella conviven los Poderes Fácticos, los Partidos Políticos y los ciudadanos, siempre que estén organizados.
Gramsci no hablaba de individuos sino de grupos de ellos unidos en sus fines. Es que era teórico marxista. Echándole una ojeada a lo que ha resultado, el plan de que cada uno de nosotros –por separado– no tenga formas ni fuerza para hacer valer sus reclamos, se cumplió a cabalidad con el texto constitucional. Aquello de plenas garantías individuales quedó como un sueño republicano.
Dijo Gramsci que los Poderes Fácticos son la Iglesia, los Empresarios y los Medios de Comunicación. Dijo que eran tal cosa porque tenían poder de hecho: el de persuadir o coaccionar a las personas para que se conduzcan según interesa a esos segmentos. Así que los articuladores naturales de las reivindicaciones de la población, son los Partidos Políticos.
Lo interesante es la relación de mutua necesidad entre los Partidos Políticos y la población. Para los Partidos Políticos, la población es imprescindible para llegar al poder y también la necesita para mantenerse en el poder. El secreto es la paz social, algo que dependerá de la población y que conseguirá, cuando sea Gobierno, satisfaciendo algunos de los requerimientos gracias a los cuales llegaron al poder.
Sobre los “ciudadanos organizados” hay mucho de qué preocuparse. Parece una entidad de límites indefinidos que suele estar dominada por oenegés con objetos variados, entre los que se destacan los derechos humanos. Se caracterizan por hablar, con frecuencia, “en nombre de la Sociedad Civil”, a pesar de ser una pequeñísima porción de ella.
Así, arrogándose una representación que no tienen, pretenden conminar a los Partidos Políticos (¡que también son parte de la Sociedad Civil!). Cada vez que lo hacen me pregunto si una auditoría determinaría si hablan “en nombre del Gobierno” o “en nombre de los Poderes Fácticos”. De hecho, es sólo gracias a los Medios de Comunicación que han logrado el prestigio sobre el que asientan sus exigencias.
El problema de la Sociedad Civil es que somos tantos, con tan variadas aspiraciones, que nadie tiene derecho a atribuirse su representación. El problema de la Sociedad Civil es que no puede permitir que un solo grupo de interés se erija en su vocero.
El problema de las oenegés es que, pretendiendo esa vocería, pidan despolitizar la “Emergencia Humanitaria Compleja”, sabiendo que está definida por la FAO (organismo de la ONU) como una crisis “fundamentalmente política”, por lo que su canalización y solución deben tomar la misma vía.
Despolitizar las protestas es pedirle al Gobierno usurpador que atienda asuntos puntuales pero no exigirle que abandone el poder. Así, convocan a microprotestas penosamente intrascendentes para reclamar este o aquel servicio básico, esta o aquella carencia puntual, pero nunca protestan contra la forma de Gobierno ni su legitimidad.
Con esa lógica, si la dictadura les diera lo que piden, aplaudirían a la dictadura. Lástima que no piensen en la democracia como si fuera un derecho humano. Lástima que no vean que el hambre, la escasez de medicinas, los salarios misérrimos, la hiperinflación, el irrespeto a la autonomía universitaria, la debacle del sistema eléctrico, la falta de agua o de gasolina, no son el problema. El problema es el Gobierno que los origina y sólo su término permitirá iniciar un largo camino de retorno a la normalidad.
Alguno que ha tratado de enmendar, para peor, no se refiere a despolitizar sino a “despartidizar” las protestas. El problema de las oenegés que piden “despartidizar” las protestas es la antipolítica pues, por la naturaleza política de la crisis, quienes están obligados a gestionarla dentro de la Sociedad Civil, son los Partidos Políticos.
Por eso se protesta políticamente, como corresponde. Por eso la población une su reclamo a los Partidos Políticos. Y por eso nadie que entienda cabalmente el problema político puede pedir acuerdos parciales, pues cualquier acuerdo parcial implica legitimar a un Gobierno denunciado como usurpador, derribando la columna sobre la que se alzan nuestras demandas.
Finalmente, el verdadero problema de la Sociedad Civil es decidir si protesta para pedirle reivindicaciones al Gobierno opresor o si protesta contra el Gobierno opresor.