El proceso, por Ángel R. Lombardi Boscán
«Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido». “El Proceso”, Frank Kafka.
En la Venezuela de hoy muchos inocentes son culpables, y los culpables, muy visibles, andan sueltos. Con la única diferencia de que los que andan sueltos controlan el entramado institucional punitivo. “Vi con pesar que los hombres mutilarían y pervertirían la historia” nos dice Rudyar Kipling. Quienes controlan, leyes y recuerdos, controlan la vida social. Algo que es característico de los regímenes totalitarios y abusivos como muy bien lo explica Tzvetan Todorov en “Los abusos de la memoria”.
Nuestra formación académica es inútil. Bobbio, Dahl, Sartori y otros grandes teóricos de la Ciencia Política nos proponen formulas del deber ser democrático que en nuestro medio sólo es una muy mala caricatura.
En la Venezuela en ruinas de éste pavoroso año 2019, con aumentos salariales que nadie quiere y una hiperinflación incontrolable, llamar “política” a unas instituciones de papel maché es algo siniestro. El Estado, es hoy, invisible. Y Gobierno, como tal, no tenemos.
Políticos impresentables, incultos y descorteses no tienen la menor idea de que la política se fundamenta en principios. Qué las instituciones albergan poderes independientes, dirigidos sólo por los más capaces y talentosos, y que estos, se contrarrestan y complementan los unos con los otros. En nuestro medio, Maquiavelo prima, aunque sin el elegante y sigiloso veneno. Por estos muy primitivos lares el veneno es sustituido por conjuras, golpes, contra golpes, elecciones amañadas, decretos presidenciales que extralimitan el Poder del Ejecutivo como si se tratara de un déspota de Persia. Y luego está la maldición pretoriana: la de un ejército de ocupación que atenta contra la misma población que por ley debe resguardar y proteger.
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Ionesco, y el “Teatro del Absurdo” o Kafka y su imaginería profética y hermética en relatos geniales como “El Proceso” dónde los acusados tienen que presentarse ante un tribunal no constituido y sin acusación. Como insólitamente les ha pasado a miles de jóvenes, ciudadanos y diputados que protestan a favor del restablecimiento de la Democracia plena que pretende ser abolida por capricho de una pequeña cúpula. Y lo que es más grave: cuando son arbitrariamente detenidos en vez de ser procesados por los tribunales civiles, se les remite a los de la circunscripción militar, y de paso, acusados como “terroristas”.
Hoy, en Venezuela, la política no tiene nada que ver con algún tipo de proyecto político/ideológico serio. La política nuestra es una pugna tribal desde las emociones y pasiones más bajas con un solo interés: el mantenimiento del Poder y todas las prebendas que éste produce desde los caminos marginales de una ética sin compromiso.
“Conocemos la mentira que usurpa el poder, pero, aun sabiéndola mentira, asistimos estupefactos ante la representación que la disimula”. Y esto último, que dice Carlos Fuentes, ocurre, porque la mayoría termina siendo pusilánime e indiferente a la desgracia democratizada. Recuperar al país y reencontrar a los venezolanos es una tarea inmediata que sólo será posible desde el imperio de las leyes y la decencia como programa sincero.
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ