Índice de Homicidios e IDH, por Simón Boccanegra
Leo una estadística aterradora, la de tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes, en la cual ocupamos un deshonroso sexto lugar con 48/100.000. Peor que nosotros están Irak (89), Honduras (57,9), Sierra Leona (50), El Salvador (49,1) y Jamaica (49). Lo de Centro América es terrible, porque además de la situación de Honduras y El Salvador, inmediatamente debajo de nosotros está Guatemala (45,2). Todo el resto de América Latina y el Caribe posee índices menores que el nuestro. En orden descendente: Colombia, con guerra y narcotráfico (37), Belice (30,8), Trinidad y Tobago (30,3), Brasil (25,7), República Dominicana (23,5), Puerto Rico (18,8), Ecuador (16,9), Paraguay (12,5), Nicaragua (12), Haití (11,5), Panamá (10,8), Surinam (10,3), México (10), Costa Rica (7,6), Barbados (7,4), Estados Unidos (6,1), Perú (5,5), Argentina (5,2), Uruguay (4,3), Bolivia (2,8), Dominica (2,7), Chile (1,9). En la estadística faltan seis países de nuestro continente, entre ellos Cuba, de la cual se sabe, sin embargo, que posee un índice muy bajo de homicidios. Tiene que llamar la atención que entre los 30 primeros países en este ranking siniestro, 18 son latinoamericano-caribeños, lo cual haría del Nuevo Mundo el continente más peligroso del planeta, aunque bueno es decir que varios de nuestros países poseen indicadores entre los más bajos del mundo, como se puede ver en la lista de más arribita.
El gobierno se jacta mucho de la posición que ocupa nuestro país en el IDH (Índice de Desarrollo Humano), que, por cierto, no es que sea de las mejores ni para regocijarse mucho. El IDH se elabora con base en tres variables (ingreso per cápita, expectativa de vida e índice de escolarización). Los datos para las tres son proporcionados por las estadísticas oficiales de cada país. Si yo fuera del PNUD advertiría que los números del INE hay que leerlos a beneficio de inventario. En nuestro caso, el ingreso per cápita está brutalmente distorsionado por el gigantesco ingreso petrolero, pero en todo caso es cierto que tenemos una alta expectativa de vida y un nivel (teórico) de escolarización relativamente elevado. Pero el IDH no se ocupa de una variable como la calidad de la educación ni, por ejemplo, de la deserción.
Tampoco refleja el tema de la (in)seguridad ciudadana, que tendría que ser considerado como un componente fundamental de la calidad de vida. Un país con 48 homicidios por cada 100 mil habitantes, vive sobresaltado y atemorizado. ¿De verdad el IDH nos mide adecuadamente?