Influencias esotéricas, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
En el 1606 se representó por primera vez a Macbeth en Londres. La obra comienza con tres brujas haciendo comentarios extraños para propiciar un ambiente infernal y sobrenatural. Casi cuatro siglos después aparece una obra, Harry Potter, donde brujas y brujos están a la orden del día. Algunos críticos dicen que no tiene valor literario, otros, sin embargo, afirman que la obra está muy bien escrita, que le interesa a los niños y los estimula a leer. Lo cierto es que no logran ponerse de acuerdo, pero como Poderoso Caballero es Don Dinero y esa clase de literatura lo produce, eso acalla voces más puristas.
Otro elemento que nos conecta con las obras de Shakespeare son los fantasmas. Nadie que las haya leído u oído puede olvidar las hermosas palabras de Hamlet cuando habla del espíritu de su padre pidiendo justicia. Al dirigirse a su acompañante dice: «Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, que tu filosofía pueda ni siquiera imaginar». Pues la Reina Isabel, quien por varias razones, quedó muy afectada por la muerte de Lady Di, no se podía explicar porqué en un cuarto del castillo de Sandringham había una energía oscura y tenebrosa.
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Ni corta ni perezosa llamó al párroco de Sandringham que atendió el llamado, recorrió todo el castillo y sintió el espíritu atormentado de Lady Di en el cuarto en que había muerto Jorge VI. Pero no se trataba del rey difunto – dijo – sino de un espíritu de una persona joven muerta en forma violenta. Propuso un ritual de oración que trajera la paz a vivos y muertos.
La corta ceremonia, que tuvo lugar en el 2001 (Lady Di murió en el 1997), además de la reina, contó con la presencia de la Reina Madre y la mejor amiga de la reina, Prue Penn. Una vez aplacado el espíritu misterioso, cada uno volvió a sus menesteres con la excepción del biógrafo real, Kenneth Rose, quien asentó en unos textos el interesante evento.
Como llegaron esos textos al Daily Mail en el 2014, una vez muerto este importante biógrafo, es un asunto que no nos concierne, pero parece que fue su misma familia que ordenó esos papeles y los entregó a la prensa. Es conocida la afición inglesa por los biógrafos reales, los escándalos reales y en fin cualquier cosa que represente un fuerte contraste a la aburrida vida de la mayoría de los ingleses.
Quien nunca participó de esa aburrida vida inglesa fue el «ex» primer ministro Boris Johnson y el propuesto alejamiento de sus funciones ministeriales se producirá pronto a consecuencia de una covid party en la que los invitados no usaron mascarillas y quién sabe qué otras cosas tampoco. Cierto es que se tramó su expulsión de 10 Downing Street sin mayor pérdida de tiempo. La noticia debe haber dejado totalmente desesperado a su peluquero, Nick Mazer, quien seguramente ya estaba llegando a la cúspide de la fama por su talento en convertir semejante despeinado ministro en un ícono de la moda.
Quizás el peinado lo sacó de un libro de cuentos infantiles de un pediatra alemán Heinrich Hoffmann, de la mitad del ochocientos. Las ilustraciones hechas por él mismo son la mar de divertidas. El protagonista de uno de sus mejores cuentos es el famoso Struwwelpeter. Se trata de un niño que nunca quiere peinarse, ni cortarse las uñas, un rebelde sin causa, que al final muere porque tampoco quiere comerse la sopa.
Final que, por supuesto, no le deseamos a Boris Johnson ya que fue lo menos dos veces a visitar a Volodimir Zelenski en Kiev, lo cual demuestra que lo despelucado no quita lo valiente.
Aglaya Kinzbruner es Narradora y cronista venezolana.
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