Inicio de año escolar: la pandemia profundiza la brecha y docentes mandan SOS
Al acumulado deterioro del sector educativo se sumó la pandemia del covid-19 que los encontró con las defensas bajas y terminó de complicar un problema estructural de años, profundizó las brechas escolares y dejó en veremos las condiciones mínimas para retomar un nuevo año escolar
En la casa de Eurídice Santiago hay un televisor, un teléfono celular que milagrosamente aguanta el whatsapp y tres niños. En la parte alta de El Cementerio, en un sector que limita con la parroquia El Valle, conseguir buena señal telefónica es un acto de proeza y en la sala de la vivienda, cuando tienen suerte, logran ver dos canales nacionales de televisión, uno de ellos el canal del Estado, Venezolana de Televisión, que se ve con rayas «pero por lo menos se escucha».
Eurídice trabaja en los alrededores del mercado de Quinta Crespo en una esquina en la que acomoda algunas cestas para vender plátanos y una que otra verdura. Ese fue el salón de clase de sus hijos de 6, 7 y 11 años desde mayo de 2020, dos meses después de que se decretara la cuarentena obligatoria en el país debido a la pandemia del covid-19.
En algunas hojas del cuaderno donde su hija mayor anota y hace las cuentas de las ventas del día, su hijo más pequeño ensaya las formas de algunas letras y escribe su nombre. «Después que suspendieron las clases me los tuve que traer al puesto (un mantel en la acera cercano a un kiosco) porque no tengo con quien dejarlos y como no fueron más a la escuela se quedan conmigo todo el día».
Solo niega con la cabeza cuando le hablan de las tareas vía correo electrónico, videos, sesiones por videollamada o algo parecido. No tiene idea de cómo hicieron los demás compañeros de salón de sus hijos. Las primeras semanas, entre marzo y abril, cuando tenía saldo en su teléfono para poder usar el whatsapp recibía mensajes con asignaciones que le había enviado la maestra de uno de los tres niños -el del medio que estaba en segundo grado- y en otra oportunidad vio que llegaron algunos ejercicios matemáticos para la mayor que estaba en 4to grado, pero tenían una semana de retraso. La niña asiente en silencio y vuelve a repasar el cuaderno con las cuentas del día: son las únicas sumas y restas de las que se ha encargado desde que dejó de ir a la escuela.
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«Para ellos el año (escolar) se acabó en marzo. No pudimos llevarle el trote y ni siquiera tengo computadora para mandar nada«, dice Eurídice. Cuando faltaban dos semanas para culminar el pasado año escolar, la tía de sus hijos les prestó una computadora para que los niños respondieran unas guías que les enviaron las maestras vía correo electrónico y con la asistencia de la tía repasaron algunos contenidos. Así dieron por aprobado el año escolar.
«Yo siento que no aprendieron nada pero yo tampoco les sé explicar. Suena feo pero hay muchas cosas que uno ni se acuerda o no sabe», agrega. Esta semana sus tres hijos comenzarán un nuevo período escolar con las mismas condiciones que tenían en marzo: un televisor sin señal, el mismo celular sin saldo para el whatsapp y una mamá trabajando en la calle con un cuaderno usado por la mitad donde los niños practican letras y suman las ventas de las verduras.
Sin poder vivir del sueldo
Tortas, peluquería, manicure, costura, manualidades, reparaciones y hasta ventas de artículos usados. El perfil de los maestros en redes sociales y círculos de amigos se llenó de ofertas de servicios que nada tienen que ver con la docencia, impulsados por un escenario en el que se creó una especie de tormenta perfecta que atenta contra su profesión y vocación: problemas graves de infraestructura escolar, cero condiciones de bioseguridad y salarios irrisorios los mantienen firmes en la decisión de apoyar la propuesta de las federaciones docentes de no incorporarse en este nuevo nuevo año escolar ni en modalidad presencial, ni a distancia, diga lo que diga el Ejecutivo Nacional.
«El gobierno ordena empezar clases a distancia sin sentarse con el gremio a revisar condiciones, los directores obligan a que los maestros se presenten en las escuelas sin entregar ni una mascarilla, nos piden que seamos guerreros que vayamos hasta las casas de los niños a llevar las tareas, que gasten su saldo para mantener el año escolar en línea pero no hay el más mínimo respeto por las familias de los maestros, por los hijos de los maestros que tienen una vida de tercera», dice Marisela Perdomo, docente de bachillerato.
Ni a distancia ni presencial, los docentes vivimos en pobreza extrema con un salario de 3 $ mensuales, paguen la deuda al magisterio de 280% más la recurrencia desde el 2018 y ajusten el salario equivalente a 600$.Revision de cláusulas económicas #EducacionADistanciaUnEngaño pic.twitter.com/dZENhOaJIr
— Zulay Bohorquez (@zulay_bohorquez) September 15, 2020
Los maestros, sin dejar de lado el contexto de la pandemia, vuelven a poner el foco en los problemas de base y hacia allá apuntan la protesta, aunque también sea a distancia. Miguel Ángel Álvarez, secretario general del Sindicato Venezolano de Maestros (Sinvema), explica: «No se trata de discutir las condiciones que tenemos por el covid-19, eso es una situación mundial que todos conocemos, un problema público y notorio. Lo que no está siendo público ni notorio es la discusión sobre el salario de los docentes«.
La crisis se puede resumir en una pizarra: un docente I cobra 665.000 bolívares, más o menos 1,7 dólares mensuales y el docente VI cobra un salario base de 766.000 mil bolívares que ni siquiera alcanza los 4 dólares al mes.
«Si en los estándares internacionales la ONU considera que alguien está en pobreza critica cuando su ingreso diario no llega a un dólar y medio, lo que sería un promedio de 45 dólares mensuales, entonces los maestros venezolanos estamos 44 veces más abajo que la pobreza crítica», explica el dirigente de Sinvema.
Álvarez, quien es docente nivel V con posgrado en telemática y educación a distancia, considera que no se trata solo de un problema sindical-salarial, al cual se le unió la situación de seguridad sanitaria por el covid-19, el otro factor es la poca preparación o adecuación académica y tecnológica tanto de los docentes como de los estudiantes.
«Una cosa es la educación a distancia y otra la educación en línea. Aquí lo que ocurre es que simplemente no hay modalidad presencial, el maestro no está con el alumno y no se puede sustituir lo que ocurre en el aula. Más de 80% de los docentes no está preparado para dar clases a distancia y menos en línea. No se trata de comprar un teléfono o un computador, hay que adecuar contenidos, objetivos, estrategia, es toda una pedagogía».
Pedagogía y también recursos. Para julio de 2020, el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM) calculó el costo de la canasta básica de educación a distancia integrada por 10 bienes que deberían tener todos los hogares con niños y jóvenes en edad escolar: el monto aproximado era de 305.360.348 de bolívares, lo que equivalía a más de 1.000 dólares para ese entonces.
Amenazas y decepción
Considerando también los cálculos del Cendas pero de la canasta básica, los maestros exigen que el salario llegue a 600 dólares -el promedio del costo mensual- para volver a vivir de la profesión para la cual se formaron.
Raul Parra, docente de primaria y dirigente de Sinvema por la parroquia Caricuao en el Distrito Capital, le suma otro elemento a la indiferencia ministerial: las amenazas.
Parra tiene documentadas las denuncias de maestros que esta semana recibieron órdenes de presentarse en las instituciones donde trabajan para recibir los lineamientos del inicio de año, a pesar de que hay un decreto gubernamental de mantener la cuarentena. A quienes se han negado y expresaron que no iniciarán actividades hasta tanto no haya una discusión salarial, los directores los han amenazado con que serán despedidos y que cualquier acta que presenten aunque esté amparada bajo el derecho a exigir reivindicaciones laborales, el Ministerio de Educación lo va a considerar una renuncia.
Una maestra con 20 años de servicio comentó que muchos de sus colegas sienten temor al principio pero luego asumen que tienen muy poco que perder. «No hay posibilidad de sentarse a hablar con el ministerio, no responden a las propuestas ni siquiera a la que presentó la federación identificada con el oficialismo (Sinafum). Es un irrespeto y una indiferencia total ¿Entonces la única opción es dar todo por nada? ¿Ni respeto como profesionales que somos?».
Y por eso mantendrán la negativa de incorporarse a clases para el nuevo año escolar: «es una protesta, es una respuesta a la indiferencia del Ministerio», precisa Parra. El profesor narró que varios colegas hicieron una prueba de lo que requerían para mantener las clases antes de que terminara el período escolar anterior: les cuesta más o menos 200 dólares al mes. «Un docente recargó 500.000 bolívares a su teléfono para tratar de preparar varias clases y enviar el material. Ni una semana le duró».
Las limitaciones son compartidas: ni lo tiene el maestro y menos el estudiante. «La última vez que el proyecto Canaima entregó computadoras y dispositivos fue en 2018. Los alumnos más nunca las recibieron«, comenta Parra y agrega que poco se habla de la cantidad de maestros y directores de escuelas que tienen covid-19 y están en sus casas tratándose la enfermedad con lo que pueden porque el seguro médico se quedó igual desde 2018, cuando se hizo la reconversión monetaria, y al monto de cobertura que en ese entonces era de 20.000.000 de bolívares, al quitarle los cinco ceros se convirtió en 200 bolívares, una denominación de moneda que ni siquiera existe.
«No es que el docente está negado a trabajar es que con hambre no hay educación, sin salud no hay educación, sin que los niños tengan posibilidades mínimas de conexión, de atención y bioseguridad no hay educación. Las condiciones no están dadas y lo único que escuchamos es que el maestro es solidario y aguerrido, pero con vocación no se hace mercado. Lo que está pasando en la educación es un SOS gigante», sentencia Parra.