Insulto, luego existo; por Teodoro Petkoff
La verdad es que al Gran Charlatán debe estarle pasando algo. Su lenguaje verbal y corporal el domingo pasado en el Zulia era realmente el de un loco de carretera. Un día antes, en Trujillo, nos había obsequiado con otro festival de vulgaridades, esta vez contra PPT y PCV, partidos que, por lo visto, le tienen la piedra afuera. No es que se trate de una novedad. En verdad, el tipo nunca ha sido especialmente bienhablado. Más bien, eso que una vez Rangel definió como «su estilo» (el de Chacumbele) se ha caracterizado por el insulto como clave de su manera de polemizar o confrontar a sus adversarios. Pero lo del fin de semana fue de coger palco. Por eso, repetimos, debe estarle pasando algo. Y lo único que se nos ocurre que puede estarle sucediendo es que se ha metido un atracón de encuestas que le provocaron una indigestión del diablo.
Eso, más un postre de desplome de precios del petróleo y de los bonos venezolanos, amén del nivel récord del riesgo-país, es como para que se le repita aquel inefable episodio, que se encargó de contarnos con todas sus intestinales peripecias, cuando debió abandonar la perforación de aquel túnel para buscar a toda carrera un baño. Pero, en el fondo, hay que comprenderlo. El hombre tiene su corazoncito y, por lo visto, su espíritu no tiene el temple necesario para aguantar adversidades.
Es obvio que si en Trujillo su candidato, Hugo Cabezas, le estuviera ganando al ex peseuvista Octaviano Mejías, respaldado ahora por el PCV y el PPT, el «águila» que cree ser no hubiera bajado en picada desde ese cielo donde se codea con Putin y con Hu Jintao, para manducarse a ese par de moscas. Hugo Cabezas, pues, debe ir preparando sus corotos para la mudanza al Mocha (Movimiento de Olvidados por Chávez), donde lo recibirá el presidente honorario, Juan Barreto, allí instalado desde hace tiempo, rumiando su despecho.
Si en el Zulia Di Martino estuviera ganando, al Gran Charlatán no le hubiera dado ese ataque de hidrofobia el domingo pasado. Pero la realidad es que el «imbécil», término cordial y cariñoso que utilizó para referirse a Pablo Pérez, candidato de la unidad opositora, está sacándole cada vez más ventaja a su rival, quien, por cierto, debe haber pensado para sus adentros que con amigos como el Gran Charlatán él no necesita enemigos.
Manuel Rosales debe haberle ofrecido una misa a La Chinita si lleva de nuevo a Chacumbele por la tierra zuliana.
Molleja de jefe de campaña se está gastando el gobernador. Por su parte, Di Martino también tiene que ir reservando su habitación en el Gran Hotel del Mocha, porque ya está advertido por El Gran Charlatán: el que pierda va pa’ las duchas.