Invictus, por Laureano Márquez
He visto por segunda vez la película de Clint Eastwood y me gustó más todavía la manera como nos cuenta lo que Mandela hizo para que su país viviera una transición pacífica, desmontando la vergüenza del «apartheid» sin promover la venganza en contra de los blancos y evitando el famoso «ojo por ojo» que termina por dejarnos a todos ciegos, como diría Gandhi.
Cada vez estoy más convencido de que Venezuela necesitará muy pronto una transición a la tolerancia, la coexistencia y el respeto entre quienes piensan distinto.
La vida de Mandela es una muestra de la fuerza que tiene el liderazgo moral sobre las sociedades cuando un hombre tiene la fuerza para decir: «me designaron líder, ahora permítanme que les guíe, incluso en cosas que les resultan desagradables, pero que son indispensables».
Es lo mismo que hizo Churchill cuando ofreció en su juramentación a los ingleses «sangre, sudor y lágrimas», por cierto un raro caso de político que cumplió lo prometido. Para que esta magia que vivió Sudáfrica se produzca, hay que entender que la única fuerza que un líder tiene es el valor de su ejemplo. Si Mandela pudo perdonar 27 años de cárcel en trabajos forzados, tenía el derecho a exigirle a cualquier sudafricano que perdonara también (perdón no es impunidad, perdón es no querer vengarse. Publicidad notificada al Indecu).
Como alertó la semana pasada Alberto Barrera, le queda muy mal a Esteban decirnos que «ser rico es malo» cuando conocemos su presupuesto de gastos personales, que son los de un multimillonario.
Decirnos que los aires acondicionados son malísimos y constituyen un derroche con cuatro aires portátiles alrededor suyo en un programa dominical es algo que no se le escapa a la gente, ni siquiera al que está sentado frente a él, sofocado, por muy incondicional que sea. Quizá alguna vez habló desde el ejemplo, pero hace tiempo que no lo hace, puede que la frase sustituta de «tapar el sol con un dedo» sea la de: «No se pueden diluir 150 mil dólares de champú en un vaso de agua».
Quizá lo único que la oposición necesita en este momento sea un liderazgo moral que le haga sentir a la gente que hay ideas valiosas que vale la pena vivir y que la democracia tiene que ver con su cotidianidad.
Digo esto, porque después de ver «Invictus» nuevamente, quisiera proponer formalmente la candidatura de Morgan Freeman a la Presidencia de la República, para que actúe como presidente, y de Clint Eastwood a la Vicepresidencia, para que dirija la transición.