Invictus, por Laureano Márquez
Se fue el gran Madiba camino a la verdadera libertad. Más allá de las ataduras de este mundo, con la elevada estatura moral de su vida, permanecerá invicto su honor por toda la eternidad. De eso se trata la vida: de construir una hermosa eternidad, que sea ejemplo de bondad y grandeza, sin odios ni resentimientos. Mandela después de casi treinta años de prisión tenía en sus manos la posibilidad de sembrar a Sudáfrica de odio y división. Si hubiese tomado el camino de la venganza, de la revancha y el resentimiento, seguro habría encontrado con facilidad millones de seguidores. Pero un líder es justamente el que traza caminos nuevos. Como en el poema de Frost: «Debo estar diciendo esto con un suspiro De aquí a la eternidad: Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, Yo tomé el menos transitado, Y eso hizo toda la diferencia».
Mandela tomó el camino menos transitado y por tanto el más difícil: el de la democracia, la tolerancia y la reconciliación. Por esta senda encamino a su patria. Ahí están los resultados: el progreso y la paz, obra de un hombre de una estatura moral tan elevada, que pudo promover el perdón porque nadie tenía más razones para perdonar que él. Cuando se cumplieron 20 años de su excarcelación invitó a cenar a su carcelero.
El poeta inglés William Ernest Henley, escribió un poema que lleva por título «Invictus», basado en los azares de su propia existencia: enfermo de tuberculosis desde niño, lo que motivó que una pierna le fuera amputada, supo sobreponerse a las durezas de su vida. Cuentan que el mencionado poema, en el que habla de su alma inquebrantable, acompañó a Mandela en sus duros años de presidio.
Recordemos hoy que Mandela transita el camino de la inmortalidad con este hermoso poema: «Fuera de la noche que me cubre, negra como el abismo de polo a polo, Agradezco a cualquier dios que pueda existir por mi alma inconquistable.
Bajo las feroces garras de la circunstancia ni me he lamentado ni he dado gritos.
Bajo los golpes del azar mi cabeza sangra, pero no se inclina.
Más allá de este lugar de furia y lágrimas es inminente el Horror de la sombra, y sin embargo la amenaza de los años me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta, cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma».
Ojalá que tu faro de virtud nos ilumine a los venezolanos, ¡Oh capitán. Mi Capitán!