Isla de Aves, por Simón Boccanegra

Hay un tema sobre el cual el incansable Pompeyo Márquez está tratando de llamar la atención del país: el diferendo entre los países del Caribe Oriental y Venezuela a propósito de la vigente delimitación de fronteras marítimas entre nosotros y ellos. El punto es que tal delimitación tiene como piedra angular la Isla de Aves, situada a unos 500 kilómetros de nuestras costas, pero universalmente reconocida como parte del territorio venezolano, sobre el cual ejercemos soberanía plena. Ese islote, porque en verdad lo es, deshabitado y barrido por las olas, donde apenas si existe una construcción, la de una supuesta estación científica nuestra –que, no sería extraño, esté abandonada– crea, sin embargo, mar territorial, plataforma submarina y zona económica venezolanas. Además, y esto es fundamental, sirvió para el trazado de las fronteras entre Venezuela y los países-islas del Caribe y hasta con el Imperio, porque nuestro mar, por esa razón, se toca con el de Puerto Rico. Los pequeños países del Caribe objetan, sin embargo, la condición de isla de la de Aves y el que genere, por tanto, derechos venezolanos sobre 500 mil kilómetros cuadrados del Caribe. La opinión del gobierno nacional sobre esta materia no es conocida. La Cancillería, tal vez, está demasiado ocupada en los asuntos galácticos que rondan por la mente de Chacumbele. Pero no sería ni malo que se nos informara qué está pasando, porque, a pesar de Petrocaribe, los países del Caricom, incluyendo Guyana y Trinidad-Tobago, están unidos en el reclamo sobre Isla de Aves y si no nos avispamos allí puede nacer otro de esos debates limítrofes que se estiran durante siglos, con Venezuela en el rol del malo de la película.