José Bracamonte Vera, por Pablo M. Peñaranda H.
Twitter: @ppenarandah
El lenguaje procaz existe en todos los idiomas y dialectos y si bien la comunidad lingüística lo considera inapropiado, es frecuente que estas palabras sean muy utilizadas y no siempre rechazadas, especialmente como interjecciones que expresan enojo. Cuando se presentan en forma incontrolable reciben el nombre de coprolalia y es el término psicológico usado para describir uno de los síntomas del Síndrome de Tourette que es la expresión involuntaria de palabras obscenas o socialmente inapropiadas.
Pero dejemos el lenguaje malsonante por los momentos, porque lo que nos interesa es reseñar que en uno de los eventos internacionales en los cuales Claudio Cedeño participó, conoció a Pepe Bracamonte, uno de los pintores y diseñadores gráficos peruanos de más prestigio en aquella época, quien por fortuna tenía a una hermana establecida con su familia en Venezuela, de manera que la invitación a visitarnos se concretó con prontitud y nosotros pudimos hacerle todas las atenciones que permite la fraternidad.
Pepe estaba encargado de la promoción del organismo Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (Sinamos) que tenía como objetivo profundizar la participación social con base en organizar a los diversos sectores sociales y canalizar el apoyo popular en los cambios que impulsaba el gobierno de Velasco Alvarado en el Perú. No recuerdo bien por la información de Pepe, si fue Augusto Salazar Bondy —, quizás uno de los intelectuales mas importantes en el Perú y en América Latina para entonces y quien estaba conduciendo una campaña de alfabetización con una profunda reforma educativa— el que le rogó encargarse de conducir la publicidad o promoción deSinamos o si fue el propio Carlos Delgado, para aquel momento director del organismo y cuya trayectoria política e intelectual era prestigiosa con una sobresaliente militancia en el APRA.
Lo cierto es que, al llegar Pepe a Caracas, con Claudio nos convertimos en sus Cicerones durante su estadía y reiteradas veces conversamos sobre la situación política peruana. Yo le narré el agrado que sentí al ver su afiche pegado en las paredes en las calles de París.
El éxito nacional e internacional de su afiche se debía a la belleza del diseño y al motivo, el cual era un campesino peruano con su sombrero inconfundible y la frase «no mas lágrimas campesinas» que los creyentes en la reforma agraria lo habían pegado en todo Perú y en las paredes de las grandes capitales del mundo.
Con él realizamos un viaje a la Colonia Tovar en el carro de Claudio y pese a las sucesivas visitas al mecánico, el vehículo seguía con los frenos largos, por lo cual, en una que otra oportunidad, Pepe tuvo que oír esa interjección tan caraqueña, dado que yo ocupaba el asiento del copiloto.
Terminaron los días de la alegre visita de Pepe y como yo tenía un viaje planificado para Chile, me hizo prometerle que, de regreso a Venezuela, haría una escala en Lima a fin de informarme de la situación política in situ y además estaba interesado en mis opiniones sobre el gobierno de Allende. Así fue, llegué a Lima desde Santiago y Pepe me recibió en el aeropuerto, que para ese momento se encontraba todo cubierto con un afiche de la espada de Bolívar en fondo negro. Ante mi pregunta sobre el autor de aquello, Pepe insinuó que debió haberlo hecho algún general por el evidente mal gusto y de inmediato me preguntó si yo sabía por qué los generales eran tan torpes. Ante mi negativa, me dijo: Porque vienen de ser coroneles. El gracioso chiste le permitió informarme que ya no estaba en Sinamos y que para anunciar su regreso a las artes y la reactivación de su taller, haría una pequeña reunión con los amigos más cercanos y que yo era su invitado especial.
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Los cinco días de mi estadía en Lima fueron de intensas reuniones, algunas facilitadas por Pepe y otras organizadas por los contactos que traía tanto de Venezuela como de Chile, los cuales me permitieron una amplia visión de aquel gobierno de corte militaristas.
Llegó el momento de la reunión social, un día antes de mi partida. En dicha reunión, Pepe se dedicó a firmar unas hermosas serigrafías, inspiradas en motivos incas de una belleza sorprendente. Cuando llegó mi turno de recibir mi serigrafía y darle su merecido abrazo, de sorpresa apareció Carlos Franco, una figura importante de la política peruana y quien formaba parte de la lista para las conversaciones, por lo cual Pepe me pidió que me quedara a su lado y así pude leer con calma la dedicatoria: Para mi amigo Pablo Peñaranda (coño) con un inmenso abrazo. De inmediato le pregunté que dónde iba a colgar aquel cuadro con esa expresión, Pepe comenzó a reírse y como el alto funcionario venía hacia nosotros rápidamente me dijo que precisáramos la conversación con Franco y que al finalizar la reunión pasaríamos por su taller para entregarme otra serigrafía con una dedicatoria distinta.
Luego de las presentaciones, llamó a Tilsa Tsuchiya, una destacada pintora peruana hija de japoneses y su esposo un británico ameno, para acompañarme en la velada. En eso estábamos cuando se acercaron dos alumnas de Pepe de la época en que él había dirigido la Escuela de Artes Plásticas de Lima, quienes se movían jacarandosamente. Cuando una de ellas intentó abrazar a Tilsa, su copa dió un salto y estuvo a milímetros de caer en mi pecho, si no es por el ágil brinco que realicé y todos voltearon hacia nosotros con el sonoro coño que pronuncié.
Pepe se acercó y, como no paraba de reír, casi balbuceante me preguntó si al terminar la fiestecita nos trasladábamos a la casa de Tilsa para seguir con las conversaciones políticas o pasábamos por su taller para una nueva serigrafía. Por supuesto, amanecimos en la casa de Tilsa hasta que me correspondió buscar las maletas para dirigirme al aeropuerto.
Siempre recordaré esa noche como una de las más agradables e inesperadas políticamente en mi vida y agradezco infinitamente a Claudio Cedeño por haber conocido al genial pintor y diseñador gráfico peruano, José Bracamonte Vera.
Solo eso quería contarles.
Pablo M. Peñaranda H. Es doctor en Ciencias Sociales, licenciado en psicología y profesor titular de la UCV.
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