José Vicente ayer, por Teodoro Petkoff
Había una vez un José Vicente Rangel que no dejaba de comentar en sus columnas de prensa y en televisión todos los informes internacionales sobre derechos humanos en Venezuela, presentados por organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, así como los del Departamento de Estado. Hasta los de este último le merecían credibilidad. En alguna de sus viejas columnas periodísticas apuntaba que, a pesar de provenir del Departamento de Estado, lo que importaba era el fondo del planteamiento, que él compartía puesto que se había pasado la vida haciendo denuncias semejantes. A nadie, en esas oportunidades se le habría ocurrido tildar a Rangel de «mercenario» al servicio del «Imperio», como él hiciera con José Miguel Vivanco, de HRW, -con una cara de palo que no lograba ocultar, por cierto, su visible descreimiento respecto de la chatarra verbal que le salía de la boca.
Pero, en todo caso, bastó que ocupara una posición de poder para abominar de lo que antes aplaudía. No cuesta mucho imaginar lo que habría escrito y dicho aquel Rangel si un gobierno adeco o copeyano hubiera promovido un asalto al Poder Judicial como el que tan obscenamente adelanta el régimen del cual forma parte. Sin embargo, frente a las observaciones de HRW a la reforma de la Ley del TSJ, Rangel eludió toda referencia al fondo del asunto y se limitó a cubrir de insultos al Director Ejecutivo de HRW, José Miguel Vivanco, calificándolo de «vocero del gobierno de George Bush». No se refirió al mensaje, trató de matar al mensajero.
Merece citarse parte de la carta de Vivanco para Chávez en la cual, para decirlo criollamente, sienta de culo a Rangel. Dice lo siguiente: «Durante más de veinte años, Human Rights Watch ha sido uno de los críticos más rigurosos de las políticas norteamericanas que afectan la protección de los derechos humanos. Desde que George W. Bush llegó a la presidencia, hemos producido 27 informes que documentan abusos contra los derechos humanos por parte de Estados Unidos, en comparación con dos informes sobre Venezuela (negritas nuestras) que hemos publicado en este mismo periodo. Esos informes sobre Estados Unidos, entre otros asuntos, critican al gobierno actual por el trato a los prisioneros de guerra y los presuntos terroristas detenidos en Guantánamo y otras partes del mundo. En su momento nuestras críticas también comprendieron las declaraciones del gobierno de Bush cuando responsabilizó a Su Excelencia (se refiere a Chávez) del golpe de estado de abril de 2002 (negritas nuestras).
Porque HRW fue para el oficialismo la pura encarnación de la Justicia y la Verdad cuando expresó su asombro ante ese hallazgo jurídico que fue la tesis del «vacío de poder) y condenó el golpe de estado -como califica Vivanco los hechos del 11A aún en la carta que comentamos. Esta, por lo demás, yendo a lo sustantivo, reitera la preocupación de los defensores de los derechos humanos en el mundo, por la liquidación absoluta de la independencia del Poder Judicial que entraña la Ley del TSJ. Sobre esto, el vice, aparte de espetar los desgastados latiguillos para consumo del talibanismo, se hizo el loco. Después, probablemente, evitó mirarse en el espejo.