Juan Guaidó, con su regreso, ganó otro round

@xabiercosco
La asistencia a la concentración en Caracas fue menor a las anteriores. Las causas pueden ser varias. Por un lado, algunos dicen estar cansados de marchar, querían salir ya de Maduro y eso no ha ocurrido. Otros se sentían frustrados porque la ayuda humanitaria no entró «si o sí», como había asegurado Juan Guaidó. Otra posible razón tiene que ver conque la convocatoria había sido hecha el día anterior y en horas de la noche, a lo que se agrega su nula difusión por los medios de comunicación masivos, férreamente autocensurados. El asueto carnavalesco tampoco ayudó y la suma de todas ellas puede ser la mejor explicación para que fuera menos gente.
Los presentes escuchaban al diputado Juan Andrés Mejías con angustia. Querían saber dónde estaba el presidente encargado. Si había podido entrar al país, si seguía en libertad. Mejías anunció que Guaidó estaba en Venezuela, que había ingresado al país y que en pocos minutos estaría en Las Mercedes. Estallaron los aplausos y los «sí se puede», pero el temor a que algo ocurriera antes de que llegara al sitio de concentración no desapareció. «Estos tipos son capaces de todo», dijo más de uno. «Ver para creer», era un viejo refrán de moda en el sitio.
El diputado Mejías le cedió la palabra a Andrés Velásquez. Su oratoria, su manera de «discursear» no ha cambiado, pero el público no le prestó mucha atención. Suerte similar tuvieron quienes le sucedieron. Los diputados Américo De Grazia y Romel Guzamana también fueron escuchados por pocos y aplaudidos por menos. El segundo de ellos tuvo algo más de eco al referirse al asesinato de los pemones, pero demasiado poco para la gravedad del hecho.
El público estaba más pendiente de lo que decían las redes sociales. Que si había llegado por Maiquetía, que ya venía por la autopista. Que entró sin ningún problema. La incredulidad iba perdiendo terreno. La angustia se replegaba, pero no cedía del todo. Había que verlo y escucharlo en vivo y directo, no a través de las redes sociales, para estar seguros de que era verdad.
Tomó la palabra el secretario de la Asamblea Nacional, Edinson Ferrer, quien se la cedió a la diputada Delsa Solórzano. Sus palabras, que tampoco estaban siendo atendidas por la mayoría de los presentes, fueron breves. Al poco de comenzar a hablar llegó el presidente de la Asamblea Nacional y el efecto Guaidó se expresó con contundencia.
No importó que a su llegada no tuviera una alfombra roja en Maiquetía, ni guardia de honor, ni un protocolo distinto al de cualquier pasajero de un vuelo comercial. Lo importante era que había entrado por el principal aeropuerto del país, que el comité de recepción anunciado por Diosdado Cabello había brillado por su ausencia. Que el pulso contra el gobierno lo había vuelto a ganar Guaidó.
El ánimo opositor, algo decaído por la no entrada de la ayuda humanitaria recobró impulso. Sus palabras fueron para hacer notar que la cadena de mando se había roto. Que la orden de detención no se había cumplido. Los aplausos no se hicieron esperar. Lo que decía era seguido con atención por todos los presentes. Nadie se quería perder ni una palabra. Los anuncios de las nuevas acciones fueron recibidos con alegría. Nadie se rinde, era la consigna. Vamos bien, repetía la mayoría.
En su intervención Guaidó hizo un balance de su gira, de lo ocurrido el fin de semana anterior. De la derrota que significó que la ayuda humanitaria no hubiera entrado. Ese fue el único error que se atribuyó, no mencionó para nada su afirmación de que todas las opciones estaban sobre la mesa, algo que para muchos sonó a apostar por la intervención armada en Venezuela, lo que puede sonar muy bien entre algunos venezolanos, pero muy mal dentro de la Fuerza Armada Nacional, sector al que hay que sumar para lograr el cambio en el país.
El round de ayer lo ganó Guaidó. Hay quienes aseguran que no hubo quiebre en la cadena de mando. Simplemente el Gobierno escogió el mal menor. Perdía si entraba y también si lo detenía, pero pero el daño era mayor si lo encarcelaba. La presión internacional aumentaría, al dejarlo entrar refuerza el ánimo opositor, pero su efecto no durará mucho. Es el cálculo del chavismo.
Guaidó reafirmó cuál es la ruta. La misma requiere de mucha acción de calle, de mantener y aumentar la presión interna. El cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres es el camino trazado y apoyado por la abrumadora mayoría de quienes se identifican como opositores. Lo que sigue sin ser explicado bien es cómo se logrará concretar el primer paso.