Juan Pablo II y José Gregorio Hernández, por Simón Boccanegra
Fallecido el Papa Juan Pablo II, la cristiandad comenzó a exigir su rápida canonización y de inmediato comenzaron a aparecer pruebas de algunos milagros que el pontífice polaco habría realizado en vida.Varios altos prelados anunciaron su disposición de avanzar en la verificación de los hechos, para incorporar cuanto antes a Karol Wojtyla al santoral.
Animada por tan buenas nuevas, el alma del Papa voló rauda hacia el Empíreo. Llegado que hubo a la puerta que guarda San Pedro, encontró una figura que, rindiéndole sus respetos, se presentó a sí misma como “José Gregorio Hernández, de Venezuela”. Juan Pablo lo bendijo y se dispuso a entrar.
“Espere un momentico, Santo Padre”, pidió José Gregorio. “Yo tengo ochenta años esperando por mi beatificación y no es que me parezca injusto que a Usted lo canonicen tan rápido, todo lo contrario, pero, ya que es casi santo, ¿no podría echarme una manito a ver si se me resuelve mi problema?” Juan Pablo lo miró pensativo y al cabo de un rato le preguntó: “¿Tú firmaste?”.