Juegos Panamericanos, por Simón Boccanegra
El sábado en la nochecita entré a una arepera. Atestada, toda la gente estaba pendiente del televisor, que transmitía la competencia de natación que habría de ganar el nuestro. Cuando Monasterio hizo el toque final en el borde la piscina, estalló una espontánea y gozosa ovación entre los que mirábamos la pantallita.
No es la natación el más popular de los deportes que se practican entre nosotros y, sin embargo, así como en esa arepera, es de suponer que el país entero vibró con la performance del joven atleta. Completábamos así nuestra mejor jornada deportiva de la historia panamericana, que aunque modesta, nos hizo sentir alegres. Saltamos del octavo lugar en Canadá, hace cuatro años, al sexto y además de la hazaña del nadador, la vinotinto del volibol dio la más meritoria medalla de oro porque fue ganándole a los primeros del mundo, que son los brasileños.
Mejoramos, pues, pero un balance atento y no triunfalista mostraría los graves desniveles de nuestro deporte.Tres disciplinas dieron ocho de las dieciséis medallas de oro (cuatro el kárate, dos las pesas y dos Monasterio).Y lo insólito: por segunda vez consecutiva el béisbol no asiste a la competencia continental.