Juicio militar, por Simón Boccanegra
La semana pasada fueron puestos en libertad el almirante Millán Millán y el general Barroso, detenidos desde hace un año, acusados de conspiración para tumbar el gobierno y, de paso, matar al Presidente. Cualquiera puede imaginar que tamaña imputación no es propiamente para que quienes sean objeto de ella, puedan ser juzgados en libertad. Sin embargo, estos dos altos oficiales han sido liberados, mientras el proceso sigue su curso.
Esto sólo puede interpretarse como la confesión, por parte del gobierno, de que no había nada sobre lo cual sustentar la acusación de magnicidas que se les clavó a Millán Millán y a Barroso.
Una imputación como esta o termina en la absolución o termina en condena, pero de ninguna manera se adelanta juzgando en libertad al imputado. Debe ser cierto, pues, lo que adujeron los defensores de ambos, de que la supuesta conversación telefónica que se les grabó, y que fue utilizada para apresarlos, fue también un montaje. Sin embargo, estos señores estuvieron privados de la libertad durante un año, que fue lo que tardaron los jueces en «descubrir» que, a todas luces, Millán Millán y Barroso habían sido víctimas de una patraña. No de otra manera puede calificarse una acusación que comporta treinta años de prisión, caso de ser demostrada, pero saldada, apenas un año después, con la libertad condicional de los indiciados, obviamente, por falta de pruebas. No hay peligro de fuga.
Si oficiales de tan alta jerarquía como estos pueden ser imputados y mantenidos en prisión durante doce meses, cualquier palabra imprudente en el casino de oficiales, cualquier interjección por teléfono, puede dar pie para detención, consejo de investigación y baja, cuando no condena. El «juicio» al almirante Millán Millán y al general Barroso tiene un carácter emblemático.