Kagemusha, por Pablo M. Peñaranda H.
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Durante el siglo XIV en Japón, eran frecuentes las guerras entre los señores feudales, tiempos feroces en los cuales se pugnaba para definir los reinados y las regiones que ocupaban. En esa época de permanentes guerras se hizo común una táctica para desestabilizar las fuerzas enemigas y que más de las veces se convertía en el elemento central para triunfar en esas sangrientas trifulcas.
En el arte de la guerra era obligatorio organizar un comando audaz y aguerrido que tuviera la capacidad de penetrar las defensas enemigas y asesinar al comandante supremo o al propio Sr. Feudal en pleno campo de batalla.
Por esta razón se hizo costumbre utilizar a un doble, un kagemusha cuya actuación permitiría despistar al enemigo y en caso tal, preservar la vida del Sr. Feudal, evitando así la desmoralización de las tropas y una posible derrota en el combate.
La tarea de seleccionar al Kagemusha era llevada a cabo con sumo cuidado y discreción. Esa selección no solo implicaba cierto parecido con el Sr. Feudal sino que a ello se le agregaba un adiestramiento en el comportamiento a fin de que el kagemusha representara con credibilidad al protagonista del conflicto. El genio cinematográfico de Akira Kurosawa se permitió llevar al cine de manera magistral una historia con esta argumentación, que por cientos se narraban en aquel Japón de los samurái y sus hazañas en los conflictos aldeanos y regionales.
El cuento viene a mi memoria por los sucesos nacionales. Se refiere a un reino en guerra que después de seleccionar al Kagemusha en una modesta aldea campesina, y entrenarlo con gran dificultad por su escaso talento, éste se encontró de repente frente a una jugarreta de la vida, eso que llaman un bandazo trascendente.
Apenas habían ocurrido los primeros movimientos de la tropa y se habían presentado unas cuantas escaramuzas que apuntaban al preámbulo de la batalla, cuando el pequeño comando enemigo logró, extrañamente, penetrar las defensas y pese al camuflaje impuesto, lograron darle muerte al Sr. Feudal. Ninguno de los integrantes del pequeño grupo de atacantes logro sobrevivir y una vez verificada tal situación por los Generales, es decir la certeza de que no había manera alguna por medio del cual las tropas enemigas recibieran información de la muerte del comandante supremo, se dedicaron a preparar con sumo esmero al Kagemusha para que su imitación perfecta permitiera conducir a aquel ejercito a la victoria en la compleja y definitiva confrontación.
Así ocurrió, el Kagemusha logro imitar con algo de destreza el papel del guerrero y la batalla toco a su fin con la victoria de sus fuerzas. La lucha fue dura y larga por lo cual pese a la victoria los heridos eran numerosos y con dificultad atendidos desesperadamente antes de levantar el sitio y marchar a prisa a la ciudadela sede del reinado.
Reorganizada la tropa se inició el regreso y en eso estaban cuando el lugarteniente de uno de los Generales heridos, requirió el carruaje del Kagemusha para trasladar con prisa y darle más comodidad al héroe de la batalla y aquí viene el cuento: bien porque el imitador adolecía de una gruesa ignorancia o por estar poseído de la veracidad de su papel, se negó a lo redondo y conminó a la tropilla que escoltaran al general fuera de su entorno. No habían transcurrido un par de kilómetros desde su negativa en aquella solicitud, cuando el carruaje se detuvo de manera abrupta y un par de saetas entraron silbando por la ventanilla y partieron el corazón del Kagemusha.
En un recodo del camino el Kagemusha fue desvestido de sus pomposos atuendos y su cadáver arrojado entre unos arbustos, mientras la marcha seguía su curso ahora en el carruaje habitaba el valiente general herido y el cuerpo del Sr. Feudal, dado que en algunas culturas, los héroes tienen el privilegio de escogen con quien pasar sus últimas horas de agonía.
Un Kagemusha no es más que un imitador. Es un pedazo muy pequeño en la historia japonesa. No es más que una brizna de paja en el viento cuando termina su papel.
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En nuestro cuento el Sr. Feudal murió en las navidades del 2012 y desde esa época se han librado algunas batallas, pero nunca había visto en mi vida ciudadana tantos camiones trasladando felonías, desafueros y equivocaciones desde las oficinas del Palacio de Gobierno para ser arrojadas sobre toda una población nacional.
¿Quién será el Sr Feudal de éste miserable Kagemusha? La conocida escritora y aguda analista políticas Elizabeth Burgos tiene su teoría.
Por ahora lo que si se ve con cierta claridad es que a este Kagemusha le ha llegado la hora de la verdad.
Solo esto quería contarles.
Pablo M. Peñaranda H. Es doctor en Ciencias Sociales, licenciado en psicología y profesor titular de la UCV.
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