La abstención de las UBCH, por Gregorio Salazar

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Atribuir el enorme ausentismo electoral del pasado 27 de julio única y exclusivamente al llamado abstencionista de la principal dirigencia opositora es soslayar una de las causas fundamentales del caso omiso que ha hecho mayoritariamente la ciudadanía a los dos últimos llamados del Consejo Nacional Electoral (CNE), hoy por hoy hundido en los más ínfimos niveles de confianza y credibilidad, premisas fundamentales para el cumplimiento de sus atribuciones constitucionales.
Más allá de la abstención lo que presenciamos el pasado domingo fue una desmovilización general del país que no excluye, claramente, al chavismo. Más aún, al chavismo de la primera línea del compromiso, como se supone que es aquel militante que por su figuración ha sido escogido o designado para integrar el personal requerido para el funcionamiento de las mesas electorales.
Fue tan patente el ausentismo del chavismo que en numerosas mesas del Distrito Capital, donde reina opulenta y a sus anchas la almiranta Meléndez y donde está concentrado el Poder Ejecutivo y sus ramas, esos activistas tuvieron que ser sustituidos por cadetes de las academias policiales que a regañadientes y so pena de sanciones disciplinarias tuvieron que cumplir las órdenes políticas, como si de piezas del PSUV se trataran. La designación previa indica que la dirigencia está al tanto de esas deserciones.
Si de algo fanfarronean los jefes del oficialismo es de su gran estructura organizativa a lo largo y ancho del país y cuya base principal son las «unidades de combate Bolívar-Chávez», las tristemente célebres UBCH. No es por casualidad que estén constituidas en número de 13.000, más o menos la misma cantidad de centros electorales que hay en el país.
Proclama el chavismo que la organización corre aguas abajo dividida en cuatro regiones, siete anillos, círculos de lucha popular, civiles y paramilitares que tienen entre su decálogo de deberes «organizarse y cumplir las tareas para ganar las elecciones».
La interrogante que trona y que seguramente se estarán haciendo los jerarcas del PSUV es ¿adónde se fueron esos combatientes? ¿Qué se hizo el día de la cita electoral esa vanguardia que tiene el «compromiso histórico» de ser elementos permanentes de propaganda y movilización y combatir en todos los terrenos a «los enemigos de la Patria». Pues, se esfumaron.
Ni la oposición, ni el chavismo de base ni los independientes creen en el sistema electoral venezolano ni le ven sentido a esos procesos luego de las cuatro trastadas consecutivas del referéndum sobre el Esequibo, las presidenciales del 28-J, las elecciones de gobernadores y Asamblea Nacional del… y ahora las de alcaldes y concejales, durante los cuales se proclamaron resultados sin disgregación de cómputos, sin verificación ni auditorias, entre otras anomalías previas (inhabilitaciones, desinformación, represión, etc.) ejecutadas con el consabido y obsceno ventajismo partidista.
Sólo como una curiosidad vale la pena señalar que prominentes miembros de llamado «alacranato» que el pasado 25 de mayo fracasaron en sus intentos por ser elegidos gobernadores o diputados de la AN, y que venían manifestándose vehementemente a favor de la participación electoral esta vez votaron, ciertamente, pero no hicieron llamados previos a los votantes para acudir a las urnas. ¿Se descreyeron ellos también?
No es una situación que desvele, obviamente, a quienes no disimulan su desenfreno totalitario. Hacerse con todas las gobernaciones menos una, la casi totalidad de la AN (253-32), más de 300 alcaldes y la inmensa mayoría de las concejalías es para celebrarlo a tambor batiente sin detenerse en «remilgos» constitucionales o legales. Más ahora que el mundo, comenzando por los Estados Unidos, vive una creciente ola autocrática.
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En un año Venezuela ha presenciado una barrida inconstitucional y antidemocrática en la que, sin duda, el oficialismo –impúdico e insaciable– quiere ir por más con la anunciada reforma constitucional. Si la constituyente espuria que fue convocada para los mismos fines en el año 2017 abortó ese cometido fue porque no se atrevieron a aprobarla sin referéndum, a sabiendas de que aquel esperpento no tendría la aprobación refrendaria de los venezolanos. ¿Qué pasará ahora si la ciudadanía se mantiene de espaldas a las convocatorias de un CNE cuyas manipulaciones electorales le han ganado el repudio hasta las náuseas?
Es seguro que el régimen incrementará las jugadas que mantengan al grueso de los venezolanos alejados de las mesas de votación. Si hubo algo de autonomía o independencia del CNE, un mínimo de respeto hacia los resultados en el pasado, eso se acabó. Ya no hay cómputos, ni reconocimiento de los resultados como ocurrió con la elección de don Edmundo González, ni convocatorias institucionales a votar.
Que ahora sean el presidente de la AN o quien usurpa la presidencia que anuncie los resultados antes que el poder público al que corresponde, y que el CNE no diga esta boca es mía, muestra a las claras cuán profundo es el desmantelamiento de nuestro sistema electoral y con él de la democracia venezolana.
Con semejantes condiciones electorales, los principal dirigentes de la oposición encarcelados, María Corina Machado, sobre cuyo liderazgo se cimentó la arrasadora victoria del 28-J, y su organización virtualmente proscrita, ¿quiénes asumirán la tarea de recomponer una estrategia política que comience por reinstitucionalizar el organismo electoral?
Entramos en una nueva fase más atroz y más retrógrada del revoltillo revolucionario en el que es imposible diferenciar la actuación del Estado, el gobierno y el partido. En ese actor externo que son los Estados Unidos y que mantiene negociaciones en temas puntuales (canje de presos y mutuos beneficios petroleros) con el régimen no se ven exigencias democráticas. Mucho más grave si cada vez menos se respetan las reglas de casa. En otras oportunidades hemos mencionado la agobiante travesía en el desierto del pueblo venezolano. La tenemos al frente. Y el sol arrecia.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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