La abstención pone en jaque al Gobierno y a la oposición
El más reciente sondeo de la consultora Poder & Estrategia sitúa la expectativa de abstención en 38,8% y con un grupo de indecisos que llega a 30% del electorado. Maduro apenas logra 16,5 de intención de voto, mientras que Falcón llega a 9,5% y el pastor Bertucci sorprende con 7%
Autor: Armando Pernía
El cerco económico se cierra. El gobierno de Nicolás Maduro teme que Estados Unidos y la Unión Europea tomen nuevas medidas que restrinjan aún más, si cabe, las oportunidades de financiar una economía que tiene cuatro años en caída libre y que está socavada por la hiperinflación.
¿Cuál es la magnitud del problema que enfrenta el Gobierno? Las más recientes proyecciones económicas conocidas apuntan una inflación anual superior a 180.000%, con una contracción económica que oscilaría entre -8,5% y -10,5%.
Un dato medular a considerar son las importaciones, pues con un precio petrolero que podría promediar 58 dólares por barril, las compras externas totales podrían ubicarse apenas entre 9.000 y 10.000 millones de dólares, una reducción de entre 2.000 y 3.000 millones en comparación con el cierre de 2017.
La economía venezolana necesita, con los niveles de escasez actuales, importaciones que superen los 35.000 millones de dólares por año.
El gobierno madurista enfrenta un déficit fiscal que todos de los economistas que se atreven a seguir proyectando escenarios sobre la economía venezolana cifran por encima de 10% del PIB.
César Aristimuño, presidente de la consultora Aristimuño, Herrera & Asociados, estima el hueco fiscal en 13,5% del Producto en este ejercicio. En contante y sonante, lo anterior implica necesidades de financiamiento sobre los 15.000 millones de dólares.
Como corolario, los economistas no esperan que el Ejecutivo corrija las distorsiones, y menos en un período electoral, sino todo lo contrario.
Aristimuño prevé, por ejemplo, que la liquidez monetaria se disparará sobre 4.500% este año, cuando ya en 2017 subió un histórico 1.170%. Eso se llama emisión masiva de dinero inorgánico.
Cabe señalar, para que nadie se sorprenda, que algunos cálculos de incrementos de precios pueden pecar de excesivos, porque la tendencia al aumento puede desacelerarse, especialmente en alimentos, por una mayor caída del consumo.
No hay que olvidar que el indicador de pobreza general, según el más reciente estudio Encovi, ya supera 80%.
Negociación forzada
Aunque el chavismo parece muy fuerte ante una oposición que pugna por reorganizarse y evitar la desbandada, lo cierto es que acumula complejos factores de riesgo que amenazan, de hecho, no su continuidad formal e inmediata en el poder, sino su gobernabilidad, lo que supondría eventuales dificultades para mantener el control del Estado.
Analistas apuntan que la presión internacional, el elemento que más hace daño a la revolución bolivariana actualmente, no busca la salida inmediata y abrupta de Nicolás Maduro, sino forzar una negociación política real y efectiva que produzca un cambio ordenado y por vía electoral.
Ante esta circunstancia, el Gobierno aprovechó la crisis en la oposición para convocar de una vez elecciones presidenciales adelantadas, municipales y legislativas regionales, primero para abril y luego, “magnánimamente”, las retrasó para el 22 de mayo, en función de que el sector no abstencionista de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se aviniera a participar.
Además, intentó pasar coleado el adelanto de las elecciones legislativas nacionales para tratar de recapturar la mayoría en la Asamblea Nacional para, quizás, deshacerse de la polémica ANC, pero -indican fuentes políticas vinculadas al Gobierno- al final la idea se evaluó como inconveniente en el sector más proclive al presidente Maduro.
El affair con la convocatoria para adelantar las elecciones de una nueva Asamblea Nacional, cuando la legislatura vigente concluye en 2021, muestra claras divergencias en el chavismo, donde cohabitan distintas fuerzas que presionan en sentidos distintos, e incluso contrapuestos.
En los partidos de tendencia socialdemócrata que hacen vida en la MUD existe la creencia de que hay un sector del chavismo que está dispuesto a pactar una salida ordenada, si se cumplen ciertas condiciones.
¿La fundamental? Alguna inmunidad para la dirigencia revolucionaria y muy especialmente para el sector militar, principal fuente de apoyo para el Gobierno.
Pero, para otros grupos del oficialismo, el poder no está en peligro por la acción de la oposición interna, sino por las sanciones financieras internacionales y temen una escalada con nuevas trabas que inviabilicen aún más la posibilidad de financiar al hiper deficitario sector público nacional.
Por ello, insisten en una negociación política, no con la oposición, sino con los gobiernos e instituciones internacionales que respaldan una transición política real hacia la democracia en Venezuela, para lo cual han pretendido usar a los partidos que los adversan como una especie de “mediadores forzados”.
No se sabe si con ingenuidad calculada, el propio mandatario Nicolás Maduro ha reconocido que el chavismo necesita salir rápido de las elecciones para supuestamente “dedicarse” a la economía. La otra manera -y posiblemente la correcta- de leer esta expresión es: necesitamos adelantar las elecciones antes que la crisis genere efectos políticos más graves y acreciente el desafecto popular.
Fragmentar el frente internacional
La estrategia electoral del chavismo persigue, de manera evidente, fragmentar el frente de países e instituciones que se han puesto en su contra, gracias al trabajo intenso de denuncia, por parte de la oposición representada en la Asamblea Nacional, de la tendencia totalitaria que ha venido asumiendo la administración Maduro.
Si bien en el chavismo entienden que no se van a librar de las presiones, lo que se busca es generar un clima de confusión alrededor de la supuesta legitimidad democrática de la reelección de Maduro.
Para ello, es necesario cumplir dos condiciones: una participación electoral alta o que se ajuste a los parámetros históricos de una elección competitiva, y que haya al menos un candidato “representativo” de la oposición.
Sin estas condiciones, la buena conducta democrática del Gobierno no será creíble y la reelección de Nicolás Maduro corre el peligro de no ser reconocida o aceptada por buena parte de la comunidad internacional, lo que ocasionaría problemas aún más agudos en los planos económico y social, con efectos políticos impredecibles.
Dilemas opositores
La oposición, por su parte, tiene dos lecturas, no necesariamente excluyentes, por cierto, de la situación del Gobierno.
Para un sector, el integrado por algunas fuerzas de tendencia socialdemócrata en la MUD, como Avanzada Progresista, Un Nuevo Tiempo y otros grupos, junto con partidos disidentes de la coalición opositora, como el MAS, la debilidad intrínseca del Gobierno, incluso con condiciones electorales más que cuestionables, abre una posibilidad de victoria.
El más reciente estudio nacional de opinión de la consultora Poder & Estrategia, con trabajo de campo a finales de febrero pasado, revela que Nicolás Maduro, con todo y bonos, carnet de la patria y aumentos salariales, muestra una intención de voto de 16,5%, mientras que Henri Falcón aparece con 9,5%; el pastor Javier Bertucci con un sorprendente 7%, y el ya retirado Claudio Fermín con 4,3%, un caudal que se ha sumado, aparentemente, a la abstención.
¿Y quién gana, entonces? El candidato “ninguno” que aparece con 42,8%, seguido del “no sabe/no contesta” con 20%.
Para que quede claro, esta fotografía electoral reciente muestra que 60,8% del electorado dice no tener una opción válida para votar, a poco más de 60 días del proceso comicial.
A simple vista, estos números parecen dar la razón a Eduardo Semtei, dirigente del comando de campaña de Falcón, quien indica que no hay razones objetivas, matemáticamente hablando, que justifiquen una línea abstencionista.
Sin embargo, hay que preguntarse si, realmente, una eventual victoria de Henri Falcón significará un cambio político efectivo, sobre todo cuando le tocará lidiar con un “supra poder” como la Asamblea Constituyente que lo tendría casi nueve meses como presidente “electo”, un lapso donde podría vaciar de competencias claves a la Presidencia de la República, e inviabilizar, al menos formalmente, un programa de ajuste económico indispensable.
El problema para Falcón es que buena parte de la oposición tampoco reconocería su liderazgo y, en consecuencia, no se sabe si se sumaría activamente a una estrategia de defensa de esa eventual victoria.
Hasta ahora, el candidato y ex gobernador de Lara ha lanzado mensajes de apertura al chavismo, con una expectativa de cambio respetuoso y “soft”, como lo evidencian los nombramientos de Francisco Rodríguez, como jefe de su equipo económico -una figura crítica, pero no vista como enemigo radical del oficialismo-, y de Eduardo Fernández como eventual canciller, un político no militante del radicalismo e incluso muy respetado por el ex presidente fallecido Hugo Chávez como representante de una oposición “seria”.
El sector mayoritario de la oposición -Primero Justicia, Voluntad Popular, Acción Democrática, La Causa R y otros grupos- lee las cosas de manera más literal: el Gobierno busca legitimidad y no hay que dársela, mucho menos gratis. Por eso, se justifica una línea de abstención que precipite el deterioro internacional de la administración Maduro.
Ahora bien, ¿funcionará esa línea abstencionista? La primera respuesta no se basa en números, sino en antecedentes. Smartmatic denunció que el Gobierno se había creado “al menos” 1.000.000 de votos en la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, lo que sugiere que es mejor participar para los no abstencionistas, porque se “haría más difícil el fraude”.
La encuesta reciente de la consultora Poder & Estrategia revela que la abstención decidida se ubicó en 38,8% al cierre de febrero pasado. Hay un 30% del electorado que aún no decide su participación, mientras que 26,8% afirma que sí sufragará el 22 de mayo. Estos datos contrastan con los que manejan algunos partidos, donde se dice que la abstención sería mucho mayor.
Al ir al detalle de estas cifras, se tiene que en el estrato AB la abstención se ubica en 52,50% -apenas por encima de la mitad de los electores-; en el sector C baja a 46%; y en los segmentos más depauperados y donde se concentra la mayoría de la población, la no participación alcanza a 33,85%.
Sin embargo, estos números no pueden leerse solos: en el estrato AB hay un 30% que aún no ha decidido si votará; en el estrato socioeconómico C, este segmento alcanza a 29% y en los estratos DE, los indecisos suman 30,38%. Por cierto, el nivel de participación más alto se ubica en estos sectores pobres, con 30,38%, según el estudio nacional de la consultora Poder & Estrategia.
Son muchas las inferencias que se pueden hacer a partir de estos datos, los cuales, por cierto, coinciden con otros sondeos independientes; sin embargo, queda claro que la abstención no es una opción claramente mayoritaria en la población, aunque el margen de indecisión es elevado.
De cara al Gobierno, estos números representan un reto grande si su intención seria es legitimar su permanencia en el poder, pues quienes están dispuestos a votar parecen limitarse a su reducido número de adherentes autoreconocidos y no llegan siquiera a un tercio del electorado.
Ni Alfred Hitchcock podría hacer una película con más suspenso…