La aceptabilidad es la clave, por Sergio Arancibia
Autor: Sergio Arancibia | Sergio-arancibia.blogspot.com
¿Por qué los ciudadanos de un país aceptan –a cambio de su trabajo o a cambio de sus mercancías– las monedas y billetes de curso legal que imperan en dicho país? ¿Porque tienen respaldo en oro? No. Eso es un mito. Casi ninguna moneda tiene respaldo en oro, ni tampoco en dólares, ni en ninguna cosa parecida.
La verdad verdadera es que la gente acepta la moneda de curso legal –llámese peso, bolívar, sol, o como sea– porque tiene sospechas fundadas de que el resto de la población también aceptará esas monedas o billetes a cambio de sus propios bienes o servicios.
En otras palabras, cada uno acepta esas monedas o billetes porque supone que otros agentes económicos también lo harán, y si todos la aceptan dentro de una determinada comunidad, entonces esos billetes y monedas podrán cambiar de manos, o circular de mano en mano, cumpliendo uno de los requisitos fundamentales que un activo necesita para ser considerado dinero: tener aceptabilidad general.
Si algún ciudadano creyera que nadie le va a recibir esas monedas o billetes a cambio de las mercancías que él necesita comprar, entonces este ciudadano tampoco las recibiría a cambio de la entrega de sus propias mercancías o de su propio trabajo.
Armados de estos conceptos, reflexionemos sobre qué es posible que pase con el petro. Dentro del país es posible que algunos ciudadanos se sientan tentados a aceptar los petros, pues es mejor tener petros que no tener nada. Es probable que les propongan la entrega de petros como forma de pago de prestaciones, o de pago por facturas atrasadas, o por pago de amortizaciones y servicios de deudas anteriores, etc. Quien reciba aquello tratará de comprar con esos petros otros bienes y servicios que necesita. ¿Le aceptarán los petros en los mercados internos? Probablemente sí, pues con ellos probablemente se podrán pagar impuestos y cancelar otras deudas que se tengan con el Estado. Puede que se los acepten con ciertas rebajas o descuentos con respecto a su valor nominal, pero algo es algo. Estos petros –si son aceptados en forma más o menos generalizad– pasarán a funcionar casi como si fueran dinero. El Gobierno y el BCV los emitirán por un lado, y los recibirán por otro, y en el medio se podrán hacer ciertas transacciones de bienes y servicios con ellos. Quizás la única ganancia que se logre con todo esto sea que el Gobierno podrá decir al final del día que no ha emitido dinero –y publicar estadísticas en que la cantidad de dinero efectivamente no ha aumentado tanto como hubiera sido si hubiera tenido que emitir dinero propiamente tal– pero como todo el mundo sabe lo que pasa, nadie se engaña, con excepción quizás del propio gobierno. Así concebidos los petros no serán sino un bono gubernamental emitido en moneda interna –de circulación un poco obligatoria y un poco voluntaria– cuyo precio real podrá fluctuar en el mercado y dejar algunas ganancias en manos de los especuladores locales.
En el mercado internacional la cosa es más complicada, pero de ello conversaremos en un próximo artículo.
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