La agonía universitaria, por Gregorio Salazar

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Foto: EFE
Puestos a ver, la protesta nacional de los trabajadores universitarios más que demandar el aumento del salario, objetivo central de la protesta escenificada el pasado miércoles en trece estados de Venezuela, significaba la exigencia de la aparición al menos de alguna base monetaria para, entonces sí, comenzar la negociación urgente de las remuneraciones.
Exigir que el salario primero exista para después elevarlo a un nivel en el cual recobre utilidad y dignidad (artículo 91 de la CRBV) refleja en toda su dramática magnitud el hundimiento de las condiciones laborales en Venezuela después de tres años (sic) sin que el salario mínimo haya sido tocado y durante los cuales el (des) gobierno nacional ha sido ciego, sordo y mudo a las apremiantes exigencias de los trabajadores.
La trágica paradoja, como otras tantas que sacuden diariamente a la población, es que tenemos un régimen –comprobadamente ilegítimo para mayores señas– que se sigue haciendo lenguas de su «compromiso e histórico rol revolucionario» con una clase trabajadora que nunca vio tantos empeños – por acción u omisión– por desaparecerla, hasta llevarla incluso a emprender un éxodo masivo que se estima en más de 8 millones de emigrados. Allí se fueron trabajadores y sus familias.
El salario mínimo de los empleados públicos ha desaparecido junto con todos los efectos que, según la ley –palabra hueca en nuestro medio–, debe tener en conceptos como prestaciones sociales, aguinaldos o utilidades, bonos vacacionales, el pago de guardias o trabajo en feriado, pensiones de jubilados, etc.. Todo lo que se capitaliza con el trabajo.
No lo es menos en el sector universitario donde, como lo explicaron los dirigentes, las remuneraciones van desde los 2 dólares que gana el obrero de grado uno hasta los 8 dólares que devenga el profesor a dedicación exclusiva. Quién lo diría.
Siendo así, una exigencia fundamental de quienes protestaron en trece ciudades del país es que el llamado Bono de Guerra Económica de apenas 90 dólares –muy lejos hasta del de los países más pobres del continente– sea convertido en salario para que el monto que se obtenga sirva como base de arrancada para discutir su incremento y reconstrucción.
Que las becas sean de 4 dólares es toda una burla. Pero que, por ejemplo, el presupuesto de la universidad central cubra apenas el 3,75 por ciento de lo requerido ilustran cabalmente el agónico surrealismo al que se condena a la comunidad universitaria. La protesta, de por sí relevante en un país aletargado, abarcó Caracas, Anzoátegui, Apure, Aragua, Barinas, Carabobo, Lara, Monagas, Portuguesa, Yaracuy, Sucre, Táchira y Zulia.
Ese es un cuadro de extrema gravedad, que está reflejado con prolijidad en un documento que debía ser entregado al ministro de Educación Universitaria. Justo para eso se convocó la movilización que en Caracas debía salir de la Ciudad Universitaria de la UCV. Pero no, tampoco fue posible. Otra vez la opresión se hizo presente. Las salidas fueron bloqueadas por piquetes policiales, cuyos efectivos a lo mejor ganan más que los reprimidos, pero tampoco con algún nivel de utilidad.
De modo que si los salarios fueron barridos y además las universidades perdieron las administraciones de sus nóminas y, para colmo, es permanente la presencia policial en los alrededores y dentro del campus, tenemos que concluir que la sagrada inviolabilidad de la autonomía universitaria, esa histórica, preciada y fundamental garantía ha sido estrangulada por manos «revolucionarias».
Lo que se sabe es que el régimen ha hecho una restricción draconiana del gasto público para mantener a la precaria economía nacional siquiera tambaleando sobre la cuerda floja. Que no se desprenda en la maroma y se disparen el dólar y la inflación a los niveles que antes lo llevaron su atolondradas políticas económicas. Ahora se trata de ahorrar heno a costa de lo imposible y que el caballo sobreviva si es que puede. Eso vale para las universidades y el resto del sistema educativo nacional.
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Las preguntas son obvias: ¿Esas cabezas que sobresalen en el Ejecutivo el Poder Legislativo no provienen del Alma Mater ucevista? Allí se formaron como profesionales. No se sabe si se deformaron como revolucionarios. Pero en todo caso, ¿por qué tanto ensañamiento?
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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