La basura del primer mundo, por Laureano Márquez
Como estamos en plan de amnistía, es mejor no comenzar el año peleando con un gobierno que ha dado muestras tan significativas de rectificación. Hace algunos años alguien dijo, en un contexto similar: «a la tercera va la vencida».
Frente a los actuales propósitos, no ya de reforma, sino de enmienda, no ha faltado quien señale que «no hay quinto malo». Por lo que a las sanciones que el gobierno ha impuesto a este trabajador del humor respecta, vería con buenos ojos no la devolución de los ciento y pico mil bolívares juertes que le entregamos al Estado, porque al fin y al cabo esos reales no son nuestros, sino una modesta rendición de cuentas (ni siquiera muy detallada) que muestre que ese dinero efectivamente se transformó en bienestar para algunos niños. Creo, además, que quedará a tono con este tiempo de entendimiento que, en vez de meterme con nuestro gobierno, la emprendamos en contra del primer mundo, del que además de lacayo y representante por estos lares, soy asalariado permanente. Mayores muestras de rectificación, jefe, imposible.
Voy, pues: Leo con estupor la noticia que aparece en el diario El País de España, donde se da cuenta de que un empresario italiano, Francesco Avella, propone, para solucionar el problema de la basura en Italia, agarrar un barco y mandarle toda la basura que el consumismo capitalista del Imperio Italiano genera, al Paraguay, país con el cual este empresario negocia el cabrón (quise decir el carbón). Según él, serían entre 6 mil y 9 mil toneladas de residuos a la semana.
La basura se enviaría en barcos, en contenedores y el costo sería de 275 euros por tonelada, aproximadamente.
A mí me encantan las matemáticas, especialmente desde el 2 de diciembre a esta parte. ¡Hay que estudiar matemáticas! y, si éstas no mienten, el promedio semanal de basura que obsequiaría Italia al Paraguay sería de 7.500 toneladas; esto, multiplicado por 275 euros y a su vez por 52 semanas que tiene el año, da como resultado que en un año el gobierno italiano gastaría unos 107.250.000 euros en el generoso envío (unos 157 millones de dólares, de los de nuestro imperio preferido). No deja de asombrar que países del primer mundo estén dispuestos a gastar tanto dinero en embasurarnos, cosa que nosotros siempre hemos hecho de gratis; pero, en fin, el desarrollo trae aparejadas esas ociosidades.
Según Avella, esta «ayuda humanitaria» la aprovecharían entre 5.000 y 10.000 paraguayos a través de la fundación Jajohaihupa Ñandereta-Me (No estoy jodiendo) que donaría la basura a «poblaciones locales encargadas de la recuperación de materiales reciclables y de residuos orgánicos destinados a fertilizar las tierras» (Es que parecen vainas de Otrova Gomas).
Se la pongo más fácil, signore Francesco: Agarren su basura, si es tan buena, tan fértil, tan reciclable y aprovéchenla ustedes. No duden de nuestra propia capacidad de producción de mierda (de la que ahora es lícito hablar, aunque no sé si la rectificación incluye el tema). Buscando por Internet, encontré otra fundación paraguaya, vinculada a la Iglesia (Fundación DEQUENI –»dejad que los niños vengan a mí»-), que está tratando de conseguir 1.500 becas de 55 dólares con las cuales, además de dotar a los alumnos de útiles, uniforme e inscripción, podrían concluir un ciclo escolar, puesto que sólo 4 de cada 10 niños logran finalizar la educación escolar básica. Según esta fundación, unos 230 mil niños no acceden a la educación. Si se reparten los 157 millones de dólares de la basura entre los niños que no acceden a la educación, amigo Avella, le toca a cada uno 682 dólares.
Si con 55 dólares la Iglesia hace que un estudiante concluya un ciclo, con 682 dólares, ustedes podrán ayudar no entre 5 y 10 mil paraguayos, sino a los 230 mil niños que no acceden a la educación, a llegar hasta las puertas de la universidad y, lo mejor, sólo con los residuos de un año y conservando los desechos.
¿Qué les cuesta hacernos esa caridad? Total, al fin y al cabo, para ustedes es sólo basura.