La bebida en Venezuela y su historia (II), por Miro Popic
Esto merece un palo. ¿Cuántas veces hemos escuchado esta expresión? En Venezuela, palo equivale a bebida alcohólica fuerte. Eso lo sabe todo el que viva o haya pasado por aquí. Es una curiosa manera de interpretar un vocablo que poco o nada tiene que ver con la bebida, pero que, sin embargo, es ineludible a la hora de brindar o invitar a alguien a compartir unas copas. Los estudiosos del lenguaje reconocen que tiene dos direcciones semánticas bien diferenciadas. Francisco Javier Pérez, en Diccionario histórico del español en Venezuela, dice que: “por una parte se usa para referirse a todo tipo de madero y como nombre genérico para un árbol de cualquier especie…por otra, señala al trago de bebida alcohólica”. Otro académico, Colmenares del Valle, dice que “palo, entre nosotros, es sinónimo de trago y de copa”.
El primer registro del vocablo palo como sinónimo de tragos es del 14 de octubre de 1859, en el Monitor Industrial, de Caracas, en un escrito de Miguel Carmona, donde habla de pegarse un palo, la forma más antigua que con el tiempo evolucionó a echarse palos, caerse a palos, tomarse unos palos, incluso con el diminutivo de palitos, para hacerlo más inocente. En los periódicos, ya el 1 de enero de 1886, se leía en El Espectador, de Caracas: “Vamos a pegarnos un palo a la salud del año nuevo”, mientras en La Granuja, del 26 de enero de 1887, alguien escribió que los tranvías de la capital “se paran en cualquier parte mientras el conductor se pega un palito”.
La fortaleza de palo como trago es tan grande en Venezuela que se extiende incluso a lo que se come entre bebidas, lo que coloquialmente se llama pasapalos. Palo es también sinónimo de garrotazo, y es posible que la asociación entre trago y golpe venga de lo fuerte del alcohol bebido así, de un solo sorbo. Por extensión resulta lógico que al individuo que ha ingerido licor se le diga que está apaleado o paloteado. Cuando la cantidad de tragos aumenta se habla de palamentazón, como se dice coloquialmente a la acción de ingerir en exceso bebidas alcohólicas.
Palo también se relaciona con una cantidad específica de licor que nadie sabe cuál es, pues varía según las circunstancias y el expendedor. Para evitar discusiones, nada mejor que ordenar “un palo doble”, es decir, un vaso lleno de ron o de whisky o de la bebida que sea. Cuando lo servido supera las expectativas, se habla de “un palo de músico”, dando por entendido que el artista necesita alcohol para estimularse y animar la fiesta o el espectáculo. Llevado a la hipérbole, palo asume cantidad cuando, por ejemplo, hablamos de un palo de agua para referirnos a un aguacero torrencial, o calificamos a alguien como palo de hombre para exaltar admirativamente su condición de varón. ¿Y por qué no también un palo de hembra?
En el Diccionario histórico del Español en Venezuela se aclara que se trata de una voz de origen marinero y que la acepción relacionada con lo alcohólico, en una dimensión de enorme profusión, resulta fenómeno creciente a partir del siglo XIX. Ángel Rosenblat en su libro Buenas y malas palabras afirma haber resuelto el problema.
Todo nace de la expresión española de estar a medios pelos que al pasar al habla marinera se transforma en estar a medio palo. Rosenblat dice que “estar a medios pelos del castellano dio en el habla marítima estar a medio palo, en que palo es el mástil de las embarcaciones en que llegaron los primeros hispanos. Ése es el punto de partida. Al extenderse la expresión por tierra firme, salió de ella, probablemente en Venezuela, porque es donde tiene más vitalidad, el uso de palo con el valor de trago o copa, porque se encontró con una serie de equivalentes: trancazo, guamazo, lepe, tarrayazo, chinchorrazo, tequichazo, lamparazo, etc. Ésta es la amplia estación de llegada…porque los efectos del alcohol no suelen ser los de una suave caricia femenina”.
La palabra palo usada como trago y copa es, como diría Rafael Cadenas, un vínculo con nuestro pasado ligado al territorio histórico al que pertenecemos y si ha permanecido incólume en nuestro vocabulario cotidiano es porque contribuye a mantenerlo lejos del olvido. Aunque le caigan a palos. (Continuará).
Nota del autor: Estas y otras reflexiones son parte de mi próximo libro Venezuela on the rocks!