La calentera de Su Alteza, por Simón Boccanegra
¿Por qué expulsó Su Alteza Real al embajador de Israel? La respuesta obvia es que habría sido una medida de solidaridad con el pueblo palestino y con Hamas. Pero, no fue así. En verdad, fue una respuesta al «hermano» Ajmadineyad, que, en la óptica de Chacumbele, se quiso pasar de vivo con éste. Seguramente nadie recuerda que el día anterior a la expulsión, el presidente iraní había exigido a los países productores de petróleo que suspendieran los suministros de crudo a los «cómplices de Israel», en obvia alusión, antes que a cualquier otro, a Venezuela y su millón y pico de barriles diarios que vende al imperio. Chacumbele -cuyo anti imperialismo no llega al extremo de cerrarse su principal fuente de financiamiento-, según fuentes muy cercanas al trono, cogió una calentera fenomenal al sentir que el «hermano» Ajmadineyad pretendía ganarle en la competencia de la virulencia retórica y decidió darle una lección con un gesto que el otro no podría igualar: expulsó al embajador israelí. No se puede negar que la jugada le salió bien. La «proposición» de Ajmadineyad fue noticia de un solo día y, de hecho, pasó prácticamente desapercibida, en tanto que los manifestantes en países árabes blandieron la fotografía de Chacumbele y no la del «hermano». Sin embargo, en la Corte, aunque no se atreven a decírselo al rey, algunos chambelanes expresan, en voz casi inaudible, su preocupación por una política de relumbrón, que complace a los ultras, pero que suscita incomprensión e inconformidad incluso entre los «amigos». Sostienen que a Su Alteza debería llamarle la atención que no sólo ningún gobierno de América Latina y el Caribe lo siguió, sino que ni siquiera los tíramealgo del Alba acompañaron tamaño dislate diplomático. Añade el entorno real, que Su Majestad debería orientarse por lo que hace Cuba, cuya prudencia en los asuntos del Medio Oriente es proverbial.