La coba de las seis horas, por Teodoro Petkoff
Hay gente en este país que ha confiado en el presidente -y mucha de ella todavía le mantiene abierta una carta de crédito. Es precisamente de esa confianza de la que Chacumbele se aprovecha groseramente, llevando a extremos indecibles su mala fe. Chávez se burla de la gente, desprecia su inteligencia y hace de la reforma constitucional una operación de engaño y demagogia.
Ya apuntamos antes como la reducción de la jornada de trabajo a seis horas y la creación de un sistema de seguridad social para los trabajadores informales son “caramelos de cianuro”, falsas novedades, porque ya están contenidas en la moribunda Bicha de 1999. Eso no se cumplió y ahora lo promete de nuevo, con otro envoltorio. En el artículo 86 de aquella se estableció “la obligación del Estado” de crear “un sistema de seguridad social universal, integral”. Ocho años han transcurrido y ese sistema de “seguridad social universal”, es decir para todos los trabajadores, incluyendo los informales, no existe. No se ha dado ni un solo paso para sustituir el ineficiente y corrupto Seguro Social por ese supuesto nuevo sistema.
Ahora Chacumbele recicla la misma oferta. ¿Por qué deberían los trabajadores informales creerle si durante ocho años lo que ha hecho es utilizarlos, para sacudírselos cuando considera que ya no le son necesarios?
¿Van a volver a tragarse esta coba miserable y darle un voto para satisfacer lo único que a Chacumbele le interesa de esa reforma: su presidencia perpetua?
En el caso de las seis horas, el engaño es aún más burdo. No sólo porque en el artículo 90 de la moribunda se estableció que “se propenderá a la progresiva disminución de la jornada de trabajo” sino porque, encima de esto, la Asamblea Constituyente, en la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución, dio plazo de un año a la Asamblea Nacional para que reformara la Ley del Trabajo contemplando “un conjunto de normas integrales que regulen la jornada de trabajo y propendan a su disminución progresiva, en los términos previstos en los acuerdos y convenios de la Organización Internacional del Trabajo suscritos por la República”.
De manera que si la Asamblea Nacional y, sobre todo Chacumbele, no se hubieran desentendido de este mandato de la Constituyente, ya habría tenido lugar todo el proceso progresivo para ir disminuyendo la jornada de trabajo sin traumas. Hace rato que sería menor de ocho horas. Pero se echaron las bolas al lomo y ahora le vienen a los trabajadores con el mismo cuento, para arrastrar su voto hacia la presidencia perpetua.
Peor aún, el TSJ, en junio de 2004 le otorgó un nuevo plazo de seis meses a la AN para que dictara la reforma de la Ley del Trabajo. Elaboró la AN un proyecto de reforma de la LOT, engavetado hasta hoy. Como detalle que debiera llamar la atención del pueblo chavista, en ese texto no se acordó nada que tuviera que ver con la reducción de la jornada laboral. ¿Va a seguir creyendo ese pueblo en pajaritos preñados tan sólo para que Chávez pueda emparejarse con Juan Vicente Gómez?