La comedia del absurdo, por Adriana Moran
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Enredados en mezquindades y divisiones internas no fueron capaces de ponerse de acuerdo para escoger un candidato único en 2018 y sacaron el comodín de la falta de condiciones para llamar a no votar y regalarle, sin pelear y sin obligarlo a hacer un fraude, la presidencia a Maduro.
Una ciudadanía atemorizada frente a la posibilidad de tener al autoritario en Miraflores por los próximos seis años y con unas condiciones de vida que no dejaban de empeorar después de aquel 20m, recuperó, sin embargo, la esperanza con la llegada de la nueva directiva de la Asamblea Nacional, en enero de 2019. Puso en el joven liderazgo de su presidente todas las expectativas para protegerse de esa caída al vacío que ya presentía.
Pero no hubo la prometida lucha por mejores condiciones electorales. El presidente de la Asamblea se juramentó presidente encargado de Venezuela toda e hizo promesas que no estaba en condiciones de cumplir.
Vino, entonces, el triste espectáculo del golpe fallido en la autopista una mañana de abril. La soledad de los prometedores de libertad que quedó reducida ese día a excusas de militares que no hicieron lo que habían prometido y al cambio de sitio de encierro del líder detrás del líder. A partir de ahí, y aunque siguieron vociferando sus promesas de libertad, la lucha ya estaba herida de muerte porque había mostrado intenciones que no todos estábamos dispuestos a apoyar.
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La herida que se abrió el 30 de abril y que no dejó de sangrar durante meses, distanciando a dirigentes de dirigidos, terminó en tiro de gracia en una playa de Macuto que el gobierno aprovechó para terminar de colgarles al cuello el cartel de conspiradores que necesitaba para desestimular —de ser posible para siempre— la organización de las filas opositoras que pudo haberlo vencido.
Enfrentados a unas elecciones parlamentarias en las que no solo se puede perder la mayoría en el órgano legislativo, sino que se corre el riesgo de que esa oposición apoyada por muchos países desaparezca para siempre —convertida en triste sucedáneo de gobierno en algún lugar del exilio—, quienes se equivocaron desde el principio, aunque nunca lo hayan reconocido, llaman con todas sus fuerzas, otra vez, a no votar para regalarle también la Asamblea a Maduro.
Y como parte de un último acto de esta comedia del absurdo, pasadas las elecciones y en medio del festejo de quienes sin tener apoyo popular obtendrán la mayoría, nos proponen una consulta.
Después de tantos errores cometidos por iniciativa propia y sin consultarnos nada, ¿qué nos quieren preguntar?
Adriana Moran es médico.
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