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La cuestión ética, por: Julián Martínez



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Opinión TalCual | agosto 25, 2018

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En las discusiones éticas, incluso antes de los diálogos de Platón, aparece la famosa pregunta por la vida que más vale la pena vivir, por el tipo de persona que somos o queremos llegar a ser. Sócrates siempre quiso imponer el bien por encima del mal. Defendió una vida de buenas virtudes ante sus oponentes reales o ficcionales. Lo mismo hizo Séneca, contemporáneo de Cristo.

Pero tan antigua como esta discusión es la perspectiva encarnada por Calicles, un personaje del universo platónico. Para Calicles -y tal vez para una parte importante de la humanidad- lo importante es el beneficio propio. Y nadie podrá negarle a Calicles que es fundamental procurarnos lo que nos hace bien, lo que nos beneficia. Esta visión en principio es plausible, después de todo, las sociedades humanas suelen atosigarnos con imposiciones morales que nada tienen que ver con lo que realmente queremos y deseamos como sujetos libres.

El liberalismo defiende la libertad individual, y en su versión más potable nos ayuda a repeler las rígidas visiones del Estado que pretenden uniformarnos y acabar con los gustos y valores de cada quien, para que todos seamos igual que todos

Sin embargo, en la vida moral lo mismo que en las cebollas, nada está escrito con líneas rectas. Una manera idiota de entender la libertad individual es olvidar que no hay sujeto sin otredad. Mi individualidad no es absolutamente única y solitaria. Creo que por eso Edgar Morín habla de una unidad (cada uno de nosotros) que es a la vez múltiple (la sociedad) y de una multiplicidad (las sociedades humanas) que es una (la humanidad). Por eso también Paul Ricoeur hablaba de “el sí mismo como otro” y Los Beatles cantaban “Con una pequeña ayuda de mis amigos”.

“Ningún hombre es una isla… Todo hombre es una parte del continente”, escribió John Donne, como advirtiendo que si la humanidad se acaba, me acabo. Si el planeta se pudre, yo me pudro con él. Robar a alguien es también robarme a mí mismo (me robo mi humanidad); matar es matarme. “Por tanto” -dijo Donne- “nunca mandes a preguntar por quién doblan las campanas, doblan por ti”.

*Lea también: El Gobierno lo sabía, por Javier Ignacio Mayorca

Por otro lado, también hay miles de fábulas y leyendas que hablan de cómo se nos olvida que somos parte de la humanidad, y de cómo aprovechamos ese olvido para activar eso que hemos llamado viveza criolla. La mayoría de los que se han hecho multimillonarios a fuerza de robo y corrupción, tienen hijos que probablemente les piden una explicación. Y los papás pueden responder que “hay que ponerse las pilas”; “déjate de bolserías, hijo, si te puedes meter unos reales (ajenos y no ganados con el sudor de tu frente) métetelos”. “Además” -esta es una contradicción divina y maravillosa- “todo lo hemos hecho por el pueblo; para enfrentar al imperio miserable”.

Perfectamente pueden ser cristianos practicantes y socialistas amigos de los pobres mientras generan filas interminables de compatriotas famélicos en lo que queda de Venezuela y en las fronteras con los países hermanos.

Los que nos han robado hasta el alma son avispados y quieren que sus hijos sean igual que ellos. No quieren hijos “bobos”. Quizá un día algunos pocos terminen tan presos como los sobrinos de Cilia, otros tal vez serán brevemente abucheados en alguna esquina de Miami, Madrid, New York, Sidney o Ciudad de México. Dos o tres bolichicos mayameros quizá borren su sonrisa en una cárcel gringa, mientras les despeinan sus cabellos engominados. Más todo habrá sido hecho en el marco de una moral (deplorable, pero moral al fin y al cabo) donde una especie de Calicles devaluado como el bolívar, es el maestro que los orienta.

Si la ética implica la vieja pregunta por la vida que hemos de vivir, ahí hay una respuesta: “Vive robándole al país y de paso considérate una buena persona, mejor que los oligarcas esos que solo piensan en el dinero. Y si por ahí algo te remuerde la conciencia, súbete a tu yate o deja más dinero cuando vayas a misa”

Tal vez vivan preocupados por la posibilidad de ser víctimas de sus propios amigos hampones, “pero ha valido la pena, hijo. En este mundo hay que agarrar bastantes millones de dólares de la piñata y además defender al pueblo unido, que jamás será vencido”

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