La cultura popular tiene amigos a montón, por Simón Boccanegra
En el programa del ballet «Romeo y Julieta» se puede leer el siguiente texto, refiriéndose al Teatro Teresa Carreño: «Las obras del teatro se iniciaron en 1973 sin definir cuál sería la función del edificio. Fue concebido como sede para la Sinfónica Venezuela. Una alianza de la oligarquía con clases medias satisfechas, portadores de la cultura eurocéntrica y elitesca, presionaron para que se incluyese en la edificación a construir la ópera y el ballet, sin tomar en cuenta expresiones populares». Esta necedad obvia el detalle de que en cinco años las únicas «expresiones populares» que ha montado en ese teatro la «revolución» son los mitines de Chávez y que la cultura en manos de Farruco no ha sido capaz de hacer nada a partir del riquísimo acervo cultural popular venezolano. ¿Por qué el director del TTC no ha «presionado» para que se incluyan lo que él denomina «expresiones populares»? Su gestión (menos mal, por lo demás) continúa al servicio de la «oligarquía y las clases medias» (ya no tan satisfechas, por cierto) presentando ballets, óperas y conciertos sinfónicos. No es el TTC el responsable de la aridez cultural e intelectual del régimen e intentar oponer la alta cultura a la cultura popular no pasa de ser un infantilismo que en ese plano ni soviéticos ni cubanos intentaron.