La demagogia sale, por Simón Boccanegra
Gobernar es el castigo de la revolución. No hay como lidiar con las realidades cotidianas para que las revoluciones comiencen a tragarse su propia verborrea. ¿No ordenó Lenin el ametrallamiento de la punta de lanza de la revolución, los marinos de Cronstadt? Oí a Miquilena amenazando con la Guardia Nacional a los huelguistas de la petroquímica. Además, consideraba como un insulto a los «dos millones de desempleados» la magnitud de las reivindicaciones salariales de esos trabajadores. En 1998, durante el «nefasto gobierno neoliberal salvaje de Caldera», cuando los mismos trabajadores petroquímicos fueron a la huelga, con las mismas desmesuradas peticiones y las autoridades las rechazaron (por cierto, sin lanzarles encima la Guardia Nacional), ¿adivinan quiénes fueron los más entusiastas soportes de la causa laboral? ¡Bingo! Los esforzados luchadores del MVR y del PPT. Pues bien, este minicronista, por un elemental sentido de responsabilidad y de seriedad, no puede sino estar de acuerdo con Miquilena. Pero, que no lo olvide; la demagogia, como la trampa, tarde o temprano, siempre sale.