La democracia está en declive en América Latina, ¿es posible revertirlo?
Autor: Jeronimo Giorgi
«Ya hemos salido de momentos más oscuros», fueron las palabras finales del expresidente costarricense Luis Guillermo Solís el 4 de octubre al hablar del declive del Estado democrático en América Latina. Por octavo año consecutivo, más países en todo el mundo registraron una caída en los indicadores democráticos que países que mostraron mejoras, según un informe de 2024 de IDEA Internacional. En la región, los ejemplos van desde Venezuela hasta Bolivia, pasando por Guatemala y Perú, entre otros.
Las palabras de consuelo de Solís las pronunció durante el evento «Diálogo Regional: ¿Cómo prevenir retrocesos democráticos en América Latina?», organizado por el Instituto para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid). El encuentro se llevó a cabo en la ciudad de Antigua, Guatemala, entre el 3 y 4 de octubre, donde el equipo de L21 tuvo el agrado de participar.
Junto a la expresidenta de Chile, Michelle Bachelet, y el expresidente de Perú, Francisco Sagasti, además de académicos, periodistas y miembros de la sociedad civil, el evento tuvo como objetivo promover reflexiones y debates sobre formas de detener la sangría democrática y fortalecer el Estado de ley en la región.
Según el informe «El estado global de la democracia 2024» de IDEA Internacional, el 47% de los países del mundo cayeron en al menos uno de los indicadores que miden el desempeño democrático.
La categoría de elecciones libres y supervisión parlamentaria tuvo en 2023 su peor récord desde 1975. En los últimos cinco años, hubo más países que registraron retrocesos que países que registraron avances democráticos.
Reflexiones sobre América Latina
América Latina no es una excepción y su deterioro es incluso anterior al promedio global, con registros que se remontan al menos a una década. También es importante reflexionar que un retroceso democrático en América Latina no se puede comparar con un retroceso en Europa, ya que las realidades son diferentes. Aquí, el crimen organizado, las economías ilegales, la migración e incluso el cambio climático pintan un escenario muy diferente al del resto del mundo.
El grado de regresión también varía de una nación a otra. Si bien no ha perdonado a países considerados modelos de democracia en la región, como Chile, Uruguay y Costa Rica, otros como Guatemala, donde un presidente recién inaugurado enfrenta desafíos de gobernabilidad y judicialización generalizada, el orden democrático se balancea en la cuerda floja. La tríada que más preocupa sigue siendo Venezuela, Nicaragua y El Salvador.
Ante esta noticia, parece difícil imaginar un futuro menos sombrío. Sin embargo, como señaló el ex líder de Costa Rica, no es el peor escenario en una región que ya ha enfrentado distintas formas de dictaduras, persecución, tortura y que hasta el día de hoy lidia con una fuerte desigualdad social y crimen organizado. Según esta lógica, la reversión es de hecho una posibilidad creíble.
Bachelet enumeró ejemplos de éxito: Brasil, después de ver los edificios de sus tres potencias invadidos por fuerzas antidemocráticas, mostró la resiliencia de sus instituciones; Del otro lado del continente sudamericano, Chile, que enfrentó su propia «crisis» y dos intentos fallidos de cambiar la Constitución de Pinochet, remodeló su forma de gobernar, con más diversidad, y se convirtió en la voz de izquierda que condena la situación en Venezuela.
Además, la región también tiene algo que enseñar al mundo. Los países latinoamericanos continúan avanzando en la protección de los derechos humanos, a pesar de casos de retrocesos como en la tríada mencionada anteriormente. Las Américas tienen el mayor grado de representación femenina en las cámaras legislativas, además de celebrar varias elecciones transparentes con alternancia de poder (nuevamente, con sus excepciones).
Diferentes experiencias, diferentes soluciones.
Durante dos días, más de 70 personas de 19 países latinoamericanos compartieron sus experiencias y discutieron formas de amplificar los buenos ejemplos frente a las malas noticias. Los participantes se dividieron entre los diferentes temas a abordar, entre ellos: poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, elecciones, sociedad civil, prensa y medios de comunicación y mecanismos no institucionales para el ejercicio de la política.
La diversidad de experiencias, desde México hasta Argentina, fue fundamental para evitar «soluciones mágicas», como afirmó el expresidente Sagasti, quien comentó que la experiencia exitosa de una sociedad, si bien trae lecciones, no puede replicarse en otro país dado el grado de diferencia entre naciones.
Identificar deficiencias es una tarea sencilla, el desafío es proponer soluciones y adaptarlas al contexto de cada país. ¿Cómo evitar que se coopten poderes? ¿Cómo podemos crear organismos electorales lo suficientemente fuertes como para protegernos de manipulaciones o amenazas? ¿Cómo podemos restaurar el poder y la confianza de los ciudadanos para que se involucren en la construcción democrática de sus países?
Las respuestas que surgieron del encuentro serán parte de un nuevo informe que elaborará IDEA Internacional. Pero hay consenso. El rescate democrático pasa por fortalecer las instituciones que son sus pilares, que a su vez dependen de una sociedad que confía en ellas.
Los ciudadanos que confían en los poderes de sus países –y entienden cómo funcionan– no los entregarán a voces autoritarias. Los puestos sensibles, especialmente en el poder judicial y los órganos electorales, ocupados según criterios técnicos tienen menos probabilidades de ser cooptados que los nombramientos de naturaleza política.
Y es imprescindible estudiar formas de impedir la participación de actores antidemocráticos en la política.
El papel de la diversidad en la democracia
Lo que se hizo evidente en el encuentro es la importancia de la diversidad a la hora de reflexionar sobre los problemas y proponer soluciones en espacios de debate históricamente ocupados por académicos mayores.
En un mundo cambiante, una joven negra de la sociedad civil de Colombia abogó por la importancia de tener más jóvenes como ella en estos foros. Un periodista de México, el país que mata a más periodistas en el mundo, amplificó los llamados a una prensa independiente. Una ex senadora expulsada de su cargo en Paraguay expuso los riesgos de estar en la oposición en espacios políticos monopolizados.
Aunque la discusión fue amplia durante los dos días, quedó mucho por fuera. Bachelet, en su discurso en el Foro de Alto Nivel, destacó los riesgos del uso indiscriminado de la Inteligencia Artificial en las elecciones, el creciente poder de las redes sociales sin una adecuada regulación del odio y el discurso criminal y el daño cada vez mayor de la desinformación.
Los grupos criminales y las redes de tráfico también son un desafío creciente para las democracias latinoamericanas.
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Para reflexionar sobre estos temas, espacios de diálogo como el que impulsan IDEA Internacional y Aecid son fundamentales y deben incorporar cada vez más a la ciudadanía. Las sociedades capaces de identificar sus problemas e idear diferentes soluciones tienen menos probabilidades de caer en soluciones milagrosas de “salvadores” con tendencias autoritarias.
*Una colaboración de Carolina Marins
Jeronimo Giorgi es director de Latinoamérica21
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