Entendiendo | La desprofesionalización y corrupción que dejaron al país sin agua
Con la llegada de la “revolución” en 1999 se comenzó a preparar un coctel de desprofesionalización y corrupción en todos los ámbitos del país; el servicio de agua potable no escapó de esta realidad y hoy menos de 14% de los venezolanos reciben el líquido por tubería de forma continua
El 28 de julio de 2010, como parte de los objetivos para el Desarrollo del Milenio, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente, a través de la Resolución 64/292, el derecho humano al agua y al saneamiento al declarar que son esenciales para la realización de todos los demás derechos humanos.
Cuatro años después, en 2014, el gobierno de Nicolás Maduro oficializó el racionamiento del servicio de agua a través del llamado «Plan de Abastecimiento» producto, según la versión oficial, de los «críticos» niveles de las lluvias.
Seis años han transcurrido, mucha lluvia ha caído desde entonces y la situación del suministro de agua es cada vez es peor en todo el país.
Implacable desprofesionalización
«El servicio de agua potable en toda Venezuela sufre uno de sus momentos más terribles por la mala calidad del servicio y el sufrimiento que se infringe en la población, especialmente a las familias más humildes y a aquellos pacientes que están recluidos en los hospitales donde, en su mayoría, no hay agua», asegura José María De Viana.
En entrevista para TalCual, el experto afirma que la hecatombe por la que atraviesa el país hoy comenzó con la llegada de la llamada revolución bolivariana.
«El gesto autoritario que se instauró en Venezuela desde 1999 fue tomando progresivamente el control de las empresas de servicio hídrico y eso determinó, efectivamente, una importante pérdida de talento a nivel gerencial y directivo. El personal capacitado fue sustituido por funcionarios del partido absolutamente ignorantes de la ciencia básica, de la administración y de la industria del agua».
Añade que fue un largo proceso que comenzó por el declive profesional de las empresas dedicadas a este servicio que, hasta 1999, poseían las competencias para mantener el delicado equilibrio económico-financiero que permitía cubrir los costos y atender oportunamente las necesidades de la población.
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«La política de personal hizo que buena parte del personal formado se perdiera, las empresas de agua no volvieron a invertir en su preparación. Buena parte de los funcionarios actuales son activistas, ideólogos o simplemente fanáticos del partido de gobierno pero con escasa calidad técnica para poder entender y manejar oportunamente el servicio de agua».
Para De Viana, el resultado «es terrible» ya que solamente 14% de las familias venezolanas reportan tener agua continua. «Eso quiere decir que 86% de las familias tienen un servicio intermitente que es contrario a la calidad de los acueductos».
«No importa el tamaño del acueducto, no importa la complejidad del sistema, el deterioro es creciente y en este momento las empresas hídricas no tienen competencia para entender lo que está pasando, ni siquiera para resolverlo. No tienen los materiales, no tienen los equipos, no tienen la gente».
Como camellos
Mirbelly Olivar (de 33 años) vive en la vereda Gómez de San José de Cotiza junto a sus padres de 77 y 73 años, y tres niñas de 14, 12 y 3 años. Desde hace aproximadamente dos años el agua no sale por los grifos de su casa, “y las pocas veces que llega viene muy turbia y amarillenta”.
Calcula que unas 300 familias en la zona atraviesan por la misma situación. “Aquí viene cuando quiere una cisterna. Se puede decir que una vez al mes, tal vez dos. No tenemos fecha fija. Tenemos que contratar a una persona que tiene un tanque y vende mil litros por 6 dólares”. Añade que compran botellones y hierven el agua, pero con el problema de la escasez de gas también han estado «un poco castigados».
Recuerda que la última vez que protestaron fue entre enero y marzo de 2018, pero todo terminó en disturbios y violencia provocada por los colectivos chavistas, “de ahí en adelante se decidió no hacer ningún tipo de manifestación”.
Tiempo y esfuerzo
Para De Viana, lo que ocurre en San José de Cotiza se replica en buena parte de las ciudades del país donde hay localidades que tienen años sin el servicio de agua.
Explica que una de las consecuencias es que buena parte del tiempo de las familias debe ser dedicado a conseguir el líquido de fuentes que en muchas ocasiones no son las más adecuadas.
«Ponen en serio peligro no solo la calidad de vida del grupo familiar sino también la salud, porque el agua potable al final es un requisito fundamental de salud pública».
De Viana acota que los estados que reportan la peor situación son, en orden, Falcón, Zulia, Bolívar y Nueva Esparta. «La Península de Paraguaná tiene años sin servicio. La ciudad de Maracaibo está sometida a interrupciones de semanas, inclusive buena parte de la población reporta que hace años no reciben agua por las tuberías. También la isla de Margarita pasó de ser la isla verde a la isla desértica del Caribe».
Destacó el caso «terrible» de la ciudad de San Félix (Bolívar), «que está rodeada de ríos por todas partes, pero en el único sitio donde no hay agua es por las tuberías».
Sucia y con olores
Débora vive en el sector Las Casitas de la parroquia La Vega junto a sus padres y sus hermanos. Oculta su verdadero nombre por temor a que el consejo comunal retire a su familia de la lista de beneficiados con las cajas CLAP.
Asegura que, en medio de la cuarentena por la covid-19, pasaron más de dos meses sin recibir el servicio: “Ahorita tenemos, pero eso quiere decir que en cualquier momento nos dejan otra vez dos meses sin agua por eso siempre tratamos de llenar todo lo que podamos, así sea en botellas de refresco”. Añade que durante el período de “sequía” por el que atravesaron, la alcaldía de Caracas les mandó cisternas, “y el agua venía sucia, con insectos, aceite y olor a gasolina”.
Aclara que el agua que en la actualidad sale por sus grifos igual “está sucia y turbia”. Por ello siempre la cuelan, luego la hierven y la vuelven a colar “para asegurarnos de que no haya insectos o alguna suciedad”.
Calidad comprometida
De Viana explica que los acueductos tienen que mantenerse presurizados para evitar la contaminación del agua, «el servicio intermitente es uno de los síntomas de una enfermedad terrible que afecta los sistemas de distribución y que atenta contra la calidad del agua que se transporta».
Acota que el «agua cruda» que proviene de las fuentes -independientemente que sean de buena calidad-no es potable. «Tiene que pasar por un proceso que la clarifica, que elimina cualquier elemento en suspensión y que finalmente, después de quedar sin turbidez, se desinfecta de tal manera que no tenga presente ni patógenos, ni tóxicos para la salud».
Explica que este proceso se ha deteriorado porque las plantas de tratamiento están dañadas y también porque la producción nacional de los reactivos necesarios, como el sulfato de aluminio y cloro, no es confiable, es escasa e intermitente. «No están siendo utilizados en las plantas y por lo tanto la capacidad que tienen de mejorar la calidad del agua está altamente comprometida».
Lesa humanidad
“El servicio es pésimo. Llega pura tierra y además sin potencia, es un chorrito lamentable. Los que hablan de crímenes de lesa humanidad deberían poner este asunto del agua en el primer escalafón de los que se cometen en Venezuela, sobre todo en el interior del país, donde ya no vives, sino que sobrevives”.
Así relata su experiencia Nagdy Guevara, residente de la calle Guevara de Río Chico, municipio Páez del estado Miranda junto a tres adultos de 37, 25 y 22, una adolescente de 16 y un bebé de 10 meses. Añade que el agua “si tenemos suerte” les llega cada dos días, pero lamentablemente no sirve para el consumo humano.
“Ni siquiera filtrándola. Es pura tierra o lodo, totalmente marrón. No se puede usar ni para lavar porque daña la ropa”.
Actualmente resuelven con tobos que llenan del agua de lluvia. “No hemos podido reponer el tanque porque es muy costoso, el dinero se va en comida y las cisternas no existen en esta tierra de nadie”.
Años de deterioro
De Viana acota que los acueductos en Venezuela fueron diseñados y construidos de manera robusta. Señala que los planificadores del agua durante la era democrática (1958-1998) se dedicaron a establecer las bases de un sistema de abastecimiento de agua confiable y de alta calidad.
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«El proceso de deterioro tardó años en ocurrir, porque los sistemas tenían un alto nivel de disponibilidad, de capacidad de soportar el deterioro, pero progresivamente se fueron eliminando las capacidades operativas en distintas áreas. Lo más grave ocurrió a escala de los sistemas de distribución que llevan el agua desde las fuentes hasta las ciudades».
Según De Viana en Venezuela no se necesita construir, en el corto plazo, ningún sistema nuevo para resolver el problema de abastecimiento debido a que los 24 principales acueductos del país poseen un enorme potencial.
«En tres años se pueden recuperar entre 90% y 100% de sus capacidades. Se requiere de una inversión de 1.200 millones de dólares. Quiere decir que solamente con una fracción de lo que se gastó en estos últimos 20 años en agua potable, que no dejó ninguna obra prácticamente operativa, se pueden recuperar los sistemas de agua».
Advierte sin embargo que «tener recursos económicos no es suficiente». Recuerda que en los últimos 20 años las «inversiones» en el sector han estado rodeadas de escándalos administrativos. «Si no son manejados por el talento técnico adecuado, con probidad y transparencia en los procesos, la mayor parte de los recursos se pierden».
En tal sentido cree que el gobierno de Nicolás Maduro no posee la capacidad para entender lo que está pasando y menos aún de solucionarlo.
«No tienen los materiales, los equipos, la gente competente, los repuestos ni la capacidad para poner en funcionamiento esa enorme infraestructura en malas condiciones tras años de mala gestión, después de ser uno de los sistemas más sólidos para el bienestar de los venezolanos».
Asegura que, de producirse un cambio político en el país, se deben implementar procesos transparentes que permitan la competencia a fin de que los proyectos técnicos sean discutidos bajo una amplia vigilancia social, «pero muy especialmente de los cuerpos de talento, para garantizar que los escasos recursos que tendrá el país en su recuperación sean invertidos adecuadamente».
«Pensamos que el agua puede ser la primera señal que reciban los ciudadanos de que las cosas comenzaron a cambiar. El día que las personas más humildes comiencen a recibir agua limpia y continua en sus hogares, ese día alimentaremos la esperanza de que el país comenzó a cambiar para siempre», concluye De Viana.