La destructora y nefasta influencia de la Revolución Cubana, por Héctor Pérez Marcano
La década de los 60 –años terribles- del siglo pasado ha sido decisiva para la historia política de América Latina. Habían surgido en los partidos socialdemócratas tendencias de izquierda que se impacientaban ante las moderadas políticas de los fundadores de dichos partidos.
El APRA en el Perú liderado por Víctor Raúl Haya de la Torre, Acción Democrática liderado por Rómulo Betancourt en Venezuela, el MNR de Bolivia liderado por Paz Estenssoro y Siles Suazo y en el Partido Liberal colombiano soplaban vientos de fronda que pretendían una política más radical.
En Chile el Partido Socialista era sacudido por tendencias que más tarde radicalizarían la línea política de dicho partido; todos con unas políticas socialdemócratas que no pasaban de cierto anti imperialismo que ya comenzaba a ser reconocido como la fuente del sub desarrollo de los países latinoamericanos.
En algunos de ellos –AD en Venezuela y el APRA en el Perú- sufrían los embates de la radicalización de sus planteamientos que no pasaban de reclamar derechos democráticos, Reformas Agrarias y un reparto más equitativo de la renta que producía la explotación de sus riquezas mineras como el caso del petróleo en Venezuela y el estaño en Bolivia, también el cobre en Chile.
Pero las luchas de los partidos -AD, el APRA, el MNR se desarrollaban pacíficamente y algunos de esos partidos habían adquirido mucho prestigio en la clase obrera y en la clase media que aportaba los liderazgos que se fogueaban en las universidades.
En eso, como dice la canción de Carlos Puebla, llegó Fidel.
El triunfo de la Revolución Cubana le dio un vuelco tremendo al hervidero que llameaba en la social democracia latinoamericana.
Betancourt, Haya de la Torre, Paz Estenssoro, Siles Suazo, etc., pasaron a ser líderes timoratos con políticas igualmente timoratas. En cada uno de esos partidos habían surgidos tendencias de izquierda que coqueteaban con el marxismo y exigían radicalizar los objetivos de los programas iniciales con los que se habían fundado dichos partidos.
El impacto de la Revolución Cubana fue tremendo y las alas izquierdas de dichos partidos se radicalizaron lo cual llevó a la fractura de la socialdemocracia latinoamericana con terribles y destructores maximalismos que no tenían en cuenta los rasgos específicos de la sociedad en las que actuaban.
Cuba pasó a ser el ejemplo y su defensa impregnó la acción política.
El caso más dramático es el de Venezuela. El ala izquierda de dicho partido que había logrado desarrollarse con tal fuerza arrolladora que vaticinaba que podría desplazar de la dirección a la vieja guardia fundadora se obnubiló y sucumbió al poderoso influjo de la Revolución Cubana.
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Ello significó el sacrificio de la generación de relevo que se había formado batiéndose contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Dicha generación estaba destinada a asumir, tarde o temprano, la dirección del partido. Esta generación cazó una pelea por el liderazgo con uno de los políticos más brillantes y hábiles surgido también de las luchas por la democracia. Me refiero a Rómulo Betancourt, quien con un panorama adverso tuvo la sagacidad necesaria para afrontar a la impetuosa ala izquierda de su partido que amenazaba su liderazgo.
El impacto de la Revolución Cubana forzó la división del APRA en el Perú y sus líderes encabezados por Luis de la Puente Uceda se sacrificaron en un intento guerrillero bajo el nombre del MIR de Perú que fue barrido y derrotado por el ejército peruano. En Venezuela, el ala izquierda de AD fundó el MIR cuando tenía posibilidades de controlar la dirección de Acción Democrática y se trenzó en una lucha armada contra un rival de la habilidad y experiencia de Betancourt.
El resultado no podía ser otro que la derrota. Así una generación como esta, atizada por los cubanos, integrada por brillantes líderes, forjados en la lucha contra la dictadura de Pérez Jiménez fueron sacrificados en el altar de la lucha armada basada en una concepción que correspondía a los rasgos específicos de China. La derrota era inevitable.
Como podemos observar la Revolución Cubana destruyó a la prometedora social democracia latinoamericana que pudo haber logrado regímenes democráticos en los que hubieran sido posibles políticas con contenido social y desarrollos económicos que permitieran que nuestras riquezas fueran explotadas soberanamente y en función de nuestros pueblos.
Cayeron pues, empujados por el ejemplo de la Revolución Cubana, el ala izquierda del APRA en el Perú, el ala izquierda del MNR en Bolivia liderada por los hermanos Peredo –Coco en Inti- que cayeron luchando con el ”Che”. Perecieron el MIR de Chile que jugó un papel equivocado y radicalizado en el proceso que derrocó a Allende.
En Venezuela la llamada “generación perdida” se inmoló en los cerros de Venezuela cuando todo indicaba que era en las ciudades donde estaban las contradicciones principales y prometedoras de la política venezolana.
Cuba fue el mal ejemplo que destruyó las posibilidades democráticas de América Latina.
Los partidos socialdemócratas pasaron a ser cuestionados y se crearon las condiciones para que naufragaran las democracias que durante 40 años habían sido ejemplo para las realidades latinoamericanas; tal es el caso de Venezuela que estaba en una etapa que prometía salir del subdesarrollo si invertía sabiamente la renta petrolera.
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