La disyuntiva opositora, por Gregorio Salazar

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Conturba y lacera la lucha fratricida entre sectores de la dirigencia opositora producto de las divergencias frente a las convocadas elecciones regionales, confrontación tan enconada y profunda que ya llevó a la expulsión de varios de los principales dirigentes de Primero Justicia, incluido el dos veces candidato presidencial Henrique Capriles Radonsky.
Para beneplácito del régimen, la cosecha es doble: por un lado se ha producido la ruptura entre fuerzas que –aún con recelos y diferencias– impulsaron la gran victoria electoral del 28 de julio, la más grande debacle del chavismo desde que apareció en la escena política nacional. Y por el otro, condujo a la fractura de uno de las más importantes organizaciones de la resistencia democrática.
Primero Justicia, vale la pena recordarlo, fue el partido que en las elecciones legislativas del 2015 obtuvo el mayor número de diputados entre las fuerzas opositoras, por mencionar una gesta victoriosa en esta larga lucha por el retorno a la democracia. Esa vez el voto popular le entregó a la unidad opositora la mayoría calificada de la Asamblea Nacional, luego abiertamente desconocida, criminalizada y anulada por el régimen.
Razones políticas, estrictamente políticas, tienen sobradamente los dos bandos, abstencionistas y participantes, para justificar sus decisiones. «Somos firmes y consecuentes con el reclamo legítimo que nos asiste frente a los hechos ocurridos en el evento electoral del 28 de julio, cuyos resultados aún permanecen sin reconocimiento, a pesar de estar respaldados por miles de actas que reposan en manos del Plan República», razón de causa mayor que alega, por ejemplo, el comunicado de Acción Democrática-Resistencia a su militancia y ciudadanía.
Quienes han conformado una fuerza variopinta para participar en las elecciones regionales, rompiendo con la Plataforma de la Unidad Democrática, reivindican el voto como «instrumento poderoso de lucha», y por tanto ejercerlo «no es sólo un derecho, sino un acto de rebeldía, una demostración contundente de que somos mayoría democrática y estamos dispuestos a seguir demostrándolo en cada espacio posible». La disyuntiva para ellos es «rendirse o seguir adelante».
Para ambas dirigencias, y con ellas para toda la ciudadanía que lucha agónicamente por la vuelta a un país de libertades, el cuadro es dramáticamente complejo, incierto lleno de escollos que a veces parecieran insalvables en el actual contexto nacional, que uno de los bandos califica como «la peor crisis de nuestra historia moderna».
Desde la empírica observación, difícil para el grueso de la población acudir de manera entusiasta a participar en unos comicios convocados por un ente que de electoral apenas le queda el nombre y que acaba de generar la frustración y la indignación que dejó el robo del 28-J. No se movieron los venezolanos para votar en el referéndum sobre el Esequibo, jugarreta preelectoral de Maduro, convocado mediante un gasto milmillonario y para el cual, recordemos, nadie llamó organizadamente a abstenerse.
Difícil también para quienes tienen posiciones de poder regional, como lo son las gobernaciones de Estado, entregarlas pasivamente cuando se sabe que es posible derrotar localmente al régimen, como es el caso del Zulia, donde Rosales desalojó a aquella especie de Atila maracucho que fue Omar Prieto, o de Barinas –gobernación ganada por un acto de intuición política y valentía de Freddy Superlano–, hasta ayer la mejor y más alentadora comprobación de que era posible derrotar al régimen hasta en una zona tan emblemática como el estado natal de Hugo Chávez. Barinas fue aliento en inspiración de cara a las presidenciales.»Si Barinas pudo, Venezuela puede», se dijo entonces.
Los manejos inescrupulosos del régimen mediante el control total del CNE no tienen límites. Ha habilitado, pero también inhabilitando a rompe raja, como lo ha hecho sin dar explicaciones a Andrés Caleca y el Movimiento Por Venezuela. Lo hace a sabiendas que esos atropellos colocan a los que acepten su nueva habilitación en el trance de quedar como cómplices.
Toma venganza, niega derechos, impide apoyos unitarios, destruye de lado y lado. Qué credibilidad tendrán sus resultados, es otra gran interrogante.
No creo que quienes hoy han tomado la decisión de acudir a las elecciones van a prestarse para convertirse en una versión del tan envilecido alacranato, que fue también producto de diferencias internas en la oposición. Mas divididos será difícil lograr la mayoría. Y en ese caso luce incierto el rol que pueden jugar en una AN, donde no se respeta ni el derecho de palabra a los diputados, como se han cansado de hacérselo al diputado Oscar Figuera (PCV).
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Complejo el panorama, agravado por los no tan soterrados recelos entre los líderes. Pero ello no puede conducir a los inconcebibles linchamientos que estamos viendo. Difícil otear el camino a seguir en el futuro inmediato: la líder de la oposición enclaustrada, el presidente electo en el exilio y la situación económica en vías de agravarse por las sanciones de la administración Trump. Mientras, la cada vez más estrecha alianza entre los usurpadores del poder con la dictadura cubana hace y deshace con Venezuela. Destruyen el presente que es al mismo tiempo destruir el futuro.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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